Horacio Otheguy Riveira.

Del 3 al 12 de octubre Sansón de las islas cerró el ciclo de tres obras del Complejo Teatral de Buenos Aires en los Teatros del Canal: una experiencia valiosa no solo por la calidad de sus intérpretes, sino por la significativa elección de los temas en un momento tan álgido de su país en el que sus gobernantes hacen todo lo posible por destruir toda referencia a los años de la última dictadura (1974-1983), ya que, tras dos versiones libres sobre tragedias de Shakespeare (Ricardo III y Medida por medida), llega esta función escrita por un dramaturgo argentino, que transcurre en plena guerra de Las Malvinas (diez semanas de 1982), cuando se organizaba un programa de televisión a beneficio de las necesidades económicas de la batalla.

Una guerra comandada por una dictadura impopular, capaz de lograr el apoyo mayoritario de una población engañada a través de una censura absoluta, con las cadenas de radio y televisión dirigidas por la cúpula militar. Entonces se aprovecharon algunos éxitos militares sobre barcos y tropas británicas, hasta que éstos -con gran tradición bélica que Argentina no tenía, ni tiene- ganaron olímpicamente y no hubo más remedio que reconocer el desastre, sin confesar, claro está, la cantidad de dinero malgastado en una tropa bisoña lanzada al suicidio, la mayoría jóvenes de servicio militar con elemental instrucción…

Hechos reales en una fábula de gran calidad

Con este fondo histórico, tan testimonial, ciertamente desgarrador, se pone en escena un juego realista, con ráfagas de surrealismo, notable humor negro, y un aporte extraordinario para compartir con el público la sensibilidad exquisita de un coronel amante de la ópera, encargado de organizar una pelea de lucha libre. para lo cual contrata a un retirado luchador al que hacen vestir con los colores británicos para enfrentarse a una joven promesa con poncho argentino: los valores de la patria ante todo.

El tratamiento se ve felizmente acompañado por dos cantantes líricos que se ocupan de arias de Puccini, la debilidad del militar, quien -como Al Capone, y otros sátrapas- torturan o colaboran con torturadores y la muerte ridícula de imberbes tropas… pero lloran ante Tosca o Madama Butterfly.

El resultado es un texto con alas propias y gran diseño de personajes en manos de un reparto con óptimo entrenamiento actoral y físico, pues su flexibilidad corporal tiene una calidad propia de expertos, dentro de una eminente armonía de los muchos elementos puestos en juego al servicio de una puesta en escena desnuda de abalorios hasta un gran final, irónicamente similar al de Chorus Line, pero en lugar del brillante show de bailarines, se nos entrega una lucha-show que -si bien es previsible en su contenido- asombra por su estética y dinámica integral.

En definitiva, una experiencia muy enriquecedora.

 

 

 

Lucha y teatro… estrategia y locura

 

«Si el catch es una mezcla de lucha y teatro, la guerra es una siniestra combinación de estrategia y locura. La estrategia requiere el cálculo de un táctico. La locura se desparrama desordenada desde el entorno del estratega hasta el pueblo que lo sufre. La Guerra de Malvinas, que enfrentó a la Argentina con Gran Bretaña, tuvo poco de estrategia y mucho de locura. Mi recuerdo infantil es el de ese programa de televisión monstruoso, una transmisión inédita de 24 horas seguidas, donde se presentaron casi todos mis ídolos de la pantalla para recaudar el llamado fondo patriótico.

Una viejita, la gran comediante italoargentina Pierina Dealessi, casi nonagenaria, se quitó en cámara sus pendientes de oro para donarlos a la causa. Murió meses después de la derrota, cuando corrían los rumores sobre el desvío de los fondos donados. Su tragedia, mínima al lado de la sufrida por nuestros jóvenes inmolados en el frente de batalla, me sigue conmoviendo.

Como el Sansón de nuestra fábula, Pierina venía del espectáculo, era una figura popular y estaba en su declive. La guerra los despojó a ambos de lo último que les quedaba: a Pierina de sus pendientes, a Sansón de su dignidad». Gonzalo Demaría

 

 

Texto: Gonzalo Demaría

Elenco:
Luciano Castro, Sansón
Manuel Vicente, Coronel Germendia
Vanesa Maja, Lea
Gonzalo Gravano, Jorgito
Cantantes: Constanza Díaz Falú y Fernando Ursino

Coordinación de producción artística: Juliana Ortiz, Constanza Comune Páez
Coordinación de producción técnica: Pedro Colavino
Coordinación de escenarios: Julián Castro, Lucas Pulido
Coordinación de talleres de realización: Guadalupe Borrajo
Coordinación de talleres de vestuario: Camila Ferrín, Laura Parody
Asesor en lucha: Javi Guerrero
Diseño de iluminación: Lucía Feijoó
Diseño de vestuario: Jorge López
Diseño de escenografía: Cecilia Zuvialde
Música original y dirección musical: Manuel De Olaso
Directora asistente: Julieta Abriola
Dirección: Emiliano Dionisi

Una producción del Teatro San Martín-Complejo Teatral de Buenos Aires

Con la colaboración de Air Europa