Horacio Otheguy Riveira.

Publicada en 1619, Fuenteovejuna se inspira en un hecho histórico: la revuelta de un pueblo contra la tiranía del comendador Fernán Gómez en 1476, quien abusa de su poder con total impunidad. Sin embargo, la historia trasciende su contexto para convertirse en un canto a la resistencia colectiva.

La revolución rusa de 1917 descubrió su fuerza, y a partir de entonces se sucedieron distintas versiones, pero siempre con el monólogo de Laurencia como centro, la voz desgarrada, luego luminosa, de un ser violentado que impone a  hombres y mujeres su imperiosa necesidad de justicia.

Esta versión de Fuenteovejuna pone sobre las tablas conflictos y barbaries que siguen minando nuestra convivencia a día de hoy, tales como la lacra de la violencia contra las mujeres. “Conocí esta obra con catorce años y desde entonces ha resonado como un BASTA YA en mi memoria. Basta de violaciones, matanzas, tortura. Hoy tengo el honor de dirigir esta piel, esta carne y estos huesos en su eterno clamor por el fin del abuso”, afirma la directora Rakel Camacho.

Una recreación conmovedora que no para de crecer entre violentos embates que nunca desfallecen. Momento a momento se brinda un caleidoscópico montaje extraordinariamente cuidado en todas sus facetas.

 

Un gran elenco de casi veinte actores conforman el personaje colectivo que es el pueblo de Fuentevejuna. El dominio de la dirección sobre los movimientos de masas, así como en las escenas más íntimas y feroces, consolida en Rakel Camacho una ascendente trayectoria de muy valiosa expresividad, más aún en paralelo con su formidable versión de Las amargas lágrimas de Petra Von Kant, de Fassbinder.

 

Un movimiento de masas que refleja la alegría de los labradores: verismo en detalles de vestuario, música, cuerpo y voces de toda la compañía en torno al desarrollo vitalista de una pieza del siglo de oro que tiene una contemporaneidad inversa, como si el pasado se mirara en el presente para cobrar definitiva forma.

 

Chani Martín en el feroz Comendador Fernán Gómez: una composición rigurosa, a tal punto que la bestialidad de su personaje encuentra matices en medio de una violencia que persiste en el aire que se respira.

 

El primero de muchos ataques a la bella juventud de Laurencia. Chani Martín y Cristina Marín-Miró.

 

Cristina Marín-Miró, comediante modélica en recientes piezas magistrales Don Gil de las calzas verdes (Tirso) y La discreta enamorada (Lope). Ahora es Laurencia: titánica fuerza para brotar vigorosa después de haber sido avasallada.

 

El alcalde atormentado por los secuaces del Comendador (Jorge Kent, muy grande, como siempre). En el suelo, se esconde el tragicómico Mengo (magnífico Alberto Velasco).

 

El fin de la inocencia, de la sumisión al abuso de poder. Cuando llegue la Inquisición y les torture con una única pregunta, ellos responderán con coraje incondicional. «¿Quién mató al Comendador?»-«Fuenteovejuna lo hizo».

 

En el saludo final, también todos a una para recibir merecida ovación, hermanados en un esfuerzo colosal, dirigidos con el amor y el rigor característicos de Rakel Camacho.

 

TEATRO DE LA COMEDIA HASTA EL 23 DE NOVIEMBRE 2025