Por Aitor González J.
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«Algunos autores iluminan los rincones oscuros del alma. Stephen King se muda a ellos, los habita, y desde allí nos habla como si siempre hubiéramos vivido allí con él.»
Si te gusta la oscuridad es más que un título sugerente. Es una invitación, casi una advertencia, para aquellos lectores que creen que ya lo han visto todo en el terreno del horror, la culpa, la muerte y el abismo. Con esta nueva colección de relatos, Stephen King demuestra —una vez más— que sigue siendo el gran cartógrafo del miedo moderno. Pero no del miedo a lo externo, a lo que araña las ventanas por la noche, sino de ese otro: el que llevamos dentro, el que susurra cuando estamos solos.
Aquí no hay un único tema, ni una sola línea emocional. Esta antología es un mapa del alma humana en sus momentos de ruptura. Relato tras relato, King oscila entre lo paranormal y lo profundamente humano, como si no hubiese diferencia real entre ambos. La vejez, la pérdida, el trauma, la venganza, el arrepentimiento y la nostalgia se funden con presencias fantasmales, monstruos disfrazados de hombres y puertas que nunca deberían haberse abierto.
Uno de los relatos más inquietantes, Dos veces al día, muestra a un personaje en una rutina devastadora, que termina revelando que no hay cárcel más cruel que la repetición de nuestros errores. En Danny Coughlin’s Bad Dream, King mezcla la premonición y la condena social con una claridad moral perturbadora. Y El sueño de Rattlesnakes nos recuerda que, incluso cuando intentamos escapar de nuestras decisiones, el pasado siempre sabe encontrarnos.
Hay ecos de sus grandes obras anteriores, sí, pero también una madurez narrativa brutal. King escribe como quien ya no necesita demostrar nada, y sin embargo lo sigue demostrando todo. Su estilo aquí es contenido, pero afilado; nostálgico, pero brutal. Cada cuento es como una caja cerrada con llave, y él se limita a girarla en nuestras manos hasta que escuchemos el clic del pánico.
Desde un enfoque psicoanalítico, esta colección puede leerse como un tratado sobre la culpa y la sombra jungiana: eso que reprimimos y ocultamos, pero que termina saliendo a la superficie en forma de relato. Los personajes de King no son héroes ni villanos: son humanos enfrentándose a una revelación. Y en esa revelación suele haber dolor, pérdida o simplemente la constatación de que el mundo es más frágil de lo que aparenta.
Y si estos temas —el terror cotidiano, la psique fracturada, lo sobrenatural como espejo de lo humano— te resultan estimulantes, estupendo. Son justo los temas sobre los que yo mismo estoy escribiendo actualmente. Si no, lo siento… pero deberías leerlos. Porque ahí, en esa oscuridad, es donde nos encontramos realmente con nosotros mismos.
Lo que más asusta en Si te gusta la oscuridad no es lo sobrenatural. Es que muchas veces el horror más devastador ocurre dentro de casas normales, con personas corrientes, en días que podrían haber sido cualquiera. Es el recordatorio de que todos podemos rompernos. De que todos podemos mirar hacia la oscuridad… y encontrar que nos gusta demasiado.
Stephen King no necesita gritar para hacernos temblar. Le basta con susurrar una frase, abrir una puerta o mostrarnos a alguien muy parecido a nosotros haciendo algo irreparable. Y entonces entendemos el verdadero sentido del título. Esto no va de monstruos. Va de ti. Si te gusta la oscuridad, aquí tienes tu espejo.

