
Javier Recas Bayón (Madrid, 1961), es aforista, filósofo y pintor. Doctor en Filosofía por la UCM y Catedrático de Filosofía de Instituto, ha desarrollado una extensa actividad docente e investigadora. Ha publicado numerosos trabajos sobre el aforismo y los grandes del género. Destacan sus ensayos: Relámpagos de lucidez. El arte del aforismo (2014); Una aguda y grácil miniatura. Notas obre el aforismo (2020); El arte de la levedad. Filosofía del aforismo (2021); y sus ediciones de clásicos: Meditaciones, de Marco Aurelio (2011), Encuentros y extravíos. Aforismos, de Mark Twain (2020); Sentencias, de Publilio Siro (2022); Aforismos del pobre Richard, de Benjamin Franklin, (2022). Como aforista ha publicado Un viento propicio (2024). Acaba de publicar un monumental estudio -más de 700 páginas- sobre el género más breve en nuestro país titulado La vida en un trazo. El aforismo español contemporáneo: una perspectiva filosófica (siglos XX-XXI). En esta entrevista hace balance de los avatares experimentados por el género en los últimos tiempos.
– A la vista de la evolución que ha experimentado el aforismo, entre el modelo clásico (sentencioso-objetivo) y el romántico (expresivo-subjetivo), ¿cuál cree que es, a día de hoy, el perfil más propio del género, el más consumado, y cuáles son sus métodos y contenidos característicos?
Efectivamente se ha producido un claro desplazamiento del aforismo sentencioso (objetivista y universalista) a uno expresivo y subjetivo. Pero esto se ha hecho sin abandonar el fondo filosófico que todo aforismo implica. El resultado ha sido un aforismo filosófico-poético en el que ambos factores se dan la mano para ofrecer una forma distinta a la sentenciosa. Obviamente, hay una enorme gradación entre lo filosófico y lo poético en autores y aforismos concretos. Para comprender el sentido de esta simbiosis actual en el género, me parece muy útil hacer la distinción entre el aforismo “de texto filosófico” y el aforismo “de textura filosófica”. Este segundo opera filosóficamente en el plano de la connotación, y es el que más se da actualmente. Su carácter expresivo se plasma no sólo en textos declarativos sino también, y con mucha frecuencia, en interrogativos, exclamativos… Las inmensas posibilidades del lenguaje poético no han pasado desapercibidas a este impulso expresivo-subjetivo. La forma más característica del aforismo filosófico-poético en la actualidad es, sin duda, la del aforismo experiencial, que expresa una honda enseñanza de vida, seguido del aforismo gnoseológico, en consonancia con rasgos de nuestro tiempo como la incertidumbre y la duda o la verdad como autenticidad y apertura de sentido… Por otra parte, si hablamos de método en el aforismo, sigue dominando la forma tradicional de la intuición relampagueante, que el aforista atrapa cuando se presenta y vuelca después en obras misceláneas o sobre cierta temática. Aunque en auge, sigue siendo minoritaria la otra gran opción: la de proyectar la reflexión aforística con una finalidad o sentido determinado preestablecido.
– Usted acaba de publicar un estudio sobre el aforismo español del último siglo y medio. ¿Detecta en su devenir algunos rasgos específicos de esta tradición? ¿O comparte los rasgos básicos con el resto de países de nuestro entorno?
La tradición aforística española es muy rica, de ahí lo voluminoso del estudio. Y no sólo me refiero a Baltasar Gracián, el más grande aforista del siglo XVII (y más allá). En la etapa contemporánea (desde inicios del siglo XX a nuestros días) ha habido extraordinarios aforistas cuya obra es desconocida para el gran público, y en gran medida para parte del público culto. El aforismo español contemporáneo es deudor, como no podía ser de otro modo, de la evolución cultural de su tiempo y su entorno con rasgos comunes como los siguientes: el descrédito de los caracteres fuertes de la razón y la renuncia al sistematismo (desde Nietzsche a la posmodernidad); la estética literaria en favor de las formas breves; la entronización romántica de la subjetividad, la intuición y la razón poética; la apertura filosófico-literaria del aforismo a su simbiosis con otros géneros; el peso de las redes sociales y su exigencia de concisión, etc.
Pero hay, no obstante, algunos rasgos peculiares que caracterizan al aforismo español entre los que resalta el extraordinario legado de los grandes poetas del primer tercio del siglo XX (Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez o Ramón Gómez de la Serna). Ellos sentaron las bases de la actual trayectoria e impulsaron el género, aun ignorándolo. Sin pretender ser exhaustivo mencionaré la influencia, por ejemplo, de las greguerías en el aforismo actual en los juegos de palabras y el carácter lúdico de importantes sectores… La relevancia de la metafísica poética de Antonio Machado o de Juan Ramón Jiménez no son ajenas a la naturalidad de la mixtura filosófico-poética del aforismo español contemporáneo. Otro rasgo peculiar español hay que buscarlo más lejos: en la obra aforística del mencionado Baltasar Gracián, con su fino olfato para desentrañar la condición humana. La actual aforística experiencial está, con frecuencia, profundamente influida por él.
– En un entorno de banalización generalizada de la cultura, reducida a un consumo compulsivo e irreflexivo de productos vacuos, ¿cómo puede defender el aforismo su dignidad literaria y conceptual, y evitar caer en la tentación de ser reducido a un uso frívolo y circunstancial, por ejemplo, en redes sociales y en publicidad?
El aforismo siempre ha tenido que luchar contra tendencias establecidas. Cabría hablar de su carácter intempestivo y rebelde frente a los cánones y las formas académicas de expresión cultural. Tal vez se podría pensar que hoy ya tal situación está superada porque el aforismo está en auge y nadie parece censurar el formato. Sin embargo, la situación sigue siendo negativa para el aforismo en aspectos importantes. En primer lugar, en tener que reclamar constantemente su dignidad filosófica y literaria (los planes de estudios universitarios; la consideración del aforismo en la obra de autores consagrados, que todavía permanecen en la semioscuridad; el desfase del propio diccionario de la lengua respecto al aforismo), pero este escollo se une a ciertos problemas que hoy nos acechan: la vulgarización de la expresión concisa es una de ellas. Y ello se acentúa con la frivolidad de los textos en las redes sociales o en el ámbito de la publicidad. Uno de los grandes peligros de “la moda aforística” es esta frivolidad, unida a la falta de cribado de aforismos en numerosos libros que se publican. Concibo el aforismo como expresión esencial de una reflexión profunda, extremo opuesto de la banalización cultural de frases de consumo inmediato, de la reiteración de lugares comunes, del juego facilón de palabras o de la búsqueda forzada de la brillantez per se. No deberíamos confundir la defensa de la dignidad filosófica y literaria del aforismo con el deseo de una popularización reducida a frases de consumo.
– Usted defiende la necesidad de que el aforismo sintetice la belleza y la hondura, la imagen y el concepto. ¿Cree que dicha simbiosis está presente en los grandes aforistas españoles del último siglo y medio? Si es así, ¿cuáles serían los autores más representativos?
El aforismo no puede ser ya sentencia doctrinal, puro enunciado declarativo con pretensiones de objetividad. El aforismo contemporáneo ha enlazado la voluntad de verdad con la voluntad de belleza. Este es un aspecto que he desarrollado en el apartado cuarto de la introducción a La vida en un trazo. El aforismo contemporáneo se aleja de la pura eficiencia comunicativa, pero también del mero lirismo poético. En la tradición española contemporánea se palpa su ambición estilística, que emana del reconocimiento del aforismo como género literariamente relevante, pero tal ambición no es incompatible con la pretensión de verdad. La síntesis de lo filosófico y lo poético constituye, efectivamente, el rasgo más sobresaliente de la aforística contemporánea española, pero se ha concretado en realizaciones muy diversas, que se mueven en el arco que va de lo conceptual a la imagen lírica, donde hay una enorme gradación. Una gradación que no responde a si son filósofos o poetas sus creadores, y que también podemos encontrarla en la obra de un mismo autor. Entre los filósofos más relevantes cultivadores de este aforismo filosófico-poético mencionaré a Eugenio Trías, Rafael Argullol o Miguel Catalán. Poetas con un marcado acento filosófico, por ejemplo, Antonio Machado, José Bergamín, Antidio Cabal o más recientemente Vicente Núñez, Juan Gil-Albert o Luis Felipe Comendador, entre otros muchos. En el extremo poético del arco están los aforistas marcadamente metafóricos como el inclasificable Ramón Gómez de la Serna, pero también Carlos Edmundo de Ory o Rafael Pérez Estrada. Y en el extremo filosófico más declarativo encontramos, por ejemplo, a Enrique Tierno Galván.
– Tras una década trufada de publicaciones y eventos en torno al aforismo, lo cual le ha permitido alcanzar cotas hasta ahora desconocidas para él, ¿cuál es su balance?
Hacer un balance de estos años en los que todavía nos hallamos, presupone anticiparnos al dictamen de la historia, para lo cual todavía queda bastante. Con todo, mi experiencia de estos años, siguiendo y analizando la producción aforística española, me lleva a una apreciación ambivalente. Por un lado, es innegable que la expansión del aforismo en número de cultivadores, publicaciones, premios y estudios sobre el género, no puede ser sino muy positiva. En este último ámbito, por lo que a mí me toca, siempre he creído necesario superar el escaso conocimiento de la historia del aforismo en España y avanzar en su desarrollo teórico para comprender mejor el género y nuestra propia cultura. Pero, por otra parte, hay un efecto veladamente negativo en esta sobreexplotación del género que conduce a cierta banalización, a dar la apariencia del “todo vale y cualquiera puede”. Falta filtro en las publicaciones (incluso en las de excelentes aforistas) y falta una crítica filosófico-literaria serena y distanciada. Por supuesto, ello no significa olvidar que aún falta mucho por hacer para que este extraordinario género tenga el reconocimiento que merece. A veces son los propios cultivadores los que no luchan por él, sobre todo cuando tienen éxito en otros géneros o en sus actividades profesionales.
– ¿Cree que el aforismo del futuro debe perseverar en el camino recorrido, u optar por arriesgar y explorar nuevas vías tanto literarias como filosóficas? ¿No se expone a, de tanto repetir las fórmulas exitosas, resultar previsible e incluso inocuo? Sin evolución, ¿hay futuro?
Sin lugar a dudas, el aforismo no debe temer avanzar hacia nuevas formas de expresión. Si no lo hubiéramos hecho históricamente todavía seguiríamos en la estela del aforismo hipocrático. En mi opinión, no es discutible si evolucionará o no, sino cómo lo hará. El aforismo, como toda forma cultural se ve profundamente influida por su tiempo (subjetivismo, escepticismo o hibridación no son rasgos actuales del aforismo por casualidad). Como he hecho mención anteriormente, en la actualidad conviven dos formas en la creación aforística. Una es la que se plasma en lo que denomino obra-alcancía (donde el creador va acumulando, como si de una hucha se tratara, sus relámpagos más logrados). El resultado es una obra miscelánea con la temática más relevante para el autor (puede ser incluso un monotema). Esta ha sido la forma más habitual en la tradición aforística, y todavía lo sigue siendo ahora. La otra forma es la de la obra-tapiz. El aforista premedita un decurso expositivo (con o sin cierre), lo proyecta, utilizando el aforismo como los hilos interconectados que componen un tapiz. La obra más reputada de este formato fue el Tractatus de Wittgenstein, y en la aforística española contemporánea algunas obras de autores como Enrique Tierno Galván, Demetrio Fernández o José Luis Trullo, entre otros. Quiero señalar, en todo caso, que las formas vanguardistas en el aforismo, como en todo, sólo tendrán relevancia, a la postre, en un marco más amplio, si hay un marco cultural (o contracultural) que lo arrope. Así ocurrió en los momentos de grandes cambios: el romanticismo, el existencialismo, el movimiento posmoderno… Soy partidario, por ello, de que el aforismo actual sea una expresión filosófica y literaria siempre en evolución, pero partiendo de nuestro tiempo para, desde él, reinterpretar el pasado y proyectar el futuro.


