Pilar Martínez Manzanares.

Con Bacon, Annika Brunke irrumpe en el panorama de la novela negra con una propuesta tan audaz como refrescante. Ganadora del II Premio Alexis Ravelo, esta obra se distingue por su originalidad narrativa, su humor corrosivo y una crítica social que no da tregua. Ambientada en Las Palmas de Gran Canaria, la novela nos sumerge en un universo donde lo cotidiano y lo brutal se entrelazan con una naturalidad inquietante.

Desde el hallazgo inicial —un brazo amputado en un contenedor—, Brunke nos arrastra a una investigación que no se parece a ninguna otra. La jueza Mara Ramírez, el inspector Aitor Ibarra y la pastelera Beatriz “Betty” Mantecas conforman un trío protagonista tan improbable como fascinante. Cada uno aporta una mirada distinta al caso, pero es Betty quien se roba el protagonismo: sarcástica, vulnerable, feroz y absolutamente inolvidable. Su pastelería, lejos de ser un simple escenario, se convierte en un espacio simbólico donde la dulzura y el crimen conviven en una danza macabra.

La escritura de Brunke es directa, ágil y cargada de ironía. Su estilo no se anda con rodeos: cada frase tiene filo, cada diálogo revela capas de tensión y cada escena está impregnada de una atmósfera que oscila entre lo tierno y lo perturbador. La autora juega con los límites del género, difuminando las fronteras entre víctimas y verdugos, entre justicia y venganza, entre lo que se muestra y lo que se oculta.

Uno de los grandes aciertos de Bacon es su capacidad para retratar una sociedad compleja sin caer en clichés. La crítica social está presente, pero nunca impuesta: emerge de las acciones, de los silencios, de las contradicciones de sus personajes. Brunke no moraliza, sino que invita a mirar más allá de lo evidente, a cuestionar lo establecido y a encontrar belleza —y horror— en los rincones más insospechados.

En definitiva, Bacon es una novela negra que se atreve a ser distinta. Con una protagonista que desafía estereotipos, una trama que engancha desde el primer capítulo y una voz narrativa que deja huella, Annika Brunke ha escrito una obra que merece ser leída, comentada y celebrada. Un debut literario que confirma que el género está más vivo que nunca… y que aún tiene mucho que decir.