ESPAÑA EN SORDINA

SEGOVIA Y SU DEMONIO

 

 

Un día Consuelo y yo llegamos en un tren desde Madrid y estuvo nevando todo el día. En teoría el viaje fue un desastre pero fue mi visita más inolvidable a Segovia.

No sé qué leyenda dice que el acueducto lo hizo el demonio. De hecho, hay una estatua del demonio en una esquina en lo alto.

También antes se creía que todos los puentes son obra del diablo. Ismail Kadaré lo refleja en una novela sobre un puente. Lo más decente era cruzar los ríos en barca. Los puentes eran una audacia imperdonable, algo demoníaco.

También España tuvo lo demoníaco, es decir, lo intrépido y lo rebelde, como diría lord Byron. Y el polaco Jan Potocki en su “Manuscrito encontrado en Zaragoza” hace que el viajero se encuentre a una serie de diablesas pecaminosas en sus viajes por las sierras.  Pesadilla de puritanos e inquisidores.

También en España saben comer y beber, como diría mi abuelo. Y como decía mi padre, que en sus últimos años se ganaba la vida escribiendo libros de gastronomía. Y hablaba de restaurantes y los restaurantes le dejaban comer sin pagar.

Segovia tiene su demonio de la carne, la casa Cándido, al lado del acueducto. En ningún sitio se come (qué pecado) el cochinillo como allí. Una vez quise despedir a unos amigos que vivieron después poco comiendo allí. Pero me cabreé porque nos pusieron en el bajo y no en el primer piso mirando el acueducto que hizo el Demonio. Ese acueducto tan glorioso que hizo el demonio.

El demonio de la osadía y de la vitalidad. Del atrevimiento y el salto. Ese acueducto es un salto como los que daba San Juan de la Cruz en su cabeza.

ANTONIO COSTA GÓMEZ                  FOTO DE CONSUELO DE ARCO