Eduardo Suárez Fernández-Miranda.

Vázquez se sentía mucho más libre en la historieta para mayores de edad; porque llegó a ella cuando el entorno histórico y político de nuestro país lo permitió; porque su sentido de la provocación no estaba cohibido por premisa alguna. Eso sí, lo hizo a lo bestia, sin cortapisas, buscando al máximo la provocación sin atender a moral alguna. Antoni Guiral.

Manuel Vázquez (1930-1995) fue uno de los más importantes historietistas humorísticos españoles. En la editorial Bruguera coincidió con un grupo extraordinario de artistas del cómic como Ibáñez -autor de Mortadelo y Filemón o El botones Sacarino; Raf -creador de Sir Tim O’Theo-; Josep Escobar -imaginó a Carpanta y Zipi y Zape-, o Cifré -autor de don Furcio Buscabollos o Cucufato Pi. Una constelación de grandes dibujantes que, durante la posguerra, supieron llenar las páginas de la editorial con historias llenas de humor e ironía.

Vázquez contribuyó con series de tanto arraigo y popularidad como Las hermanas Gilda, La familia Cebolleta o Anacleto, agente secreto. Tanto en su labor profesional como en su vida personal fue una persona rebelde y anárquica, lo que incidió en la continuidad de su obra. Sin embargo, este hecho no influyó en la calidad de su trabajo. A partir de 1978 empezó a colaborar con revistas dirigidas a lectores adultos, lo que le permitió dar rienda suelta a toda su imaginación sin límites.

En la revista Can Can publicaba con el pseudónimo de Sappo; así lo explica el propio dibujante: “No quería mezclar mi nombre, en absoluto, quería ser libre, quería ser yo, y ya está, simplemente. Y caso curioso, luego me di cuenta de que al ponerlo con dos ‘p’, era un personaje de Segar, un personaje que se llama Sappo”. En el semanario El Papus colabora con una nueva serie: Don Cornelio Ladilla y su esposa María. Contaba las vicisitudes -estamos ante una serie para adultos- de una mujer “para poder fornicar con otros caballeros que no eran su marido, quien siempre lo descubre, lo que lleva a una serie de insólitas conclusiones”.

También dibujó historietas para la versión española de la revista francesa Hara-Kiri, así como para las publicaciones de los años ochenta El Puro y El Cuervo. Manuel Vázquez contribuyó con su ingenio y mordacidad al mundo del cómic con un “dominio del dibujo y la narrativa brillantes”.

Bruguera recupera en Lo peor de Vázquez, lo mejor de un autor que volcó en sus historias y en sus dibujos su propia personalidad. Fue un creador delirante, pícaro, atrevido y genial, que supo “burlar con maestría los límites de lo políticamente correcto”.