FCO. JAVIER CLAVERO CHAMPSAUR.

“La diligencia es la madre de la buena suerte”, Benjamín Franklin.

Mucho se habla de la suerte y mucho se la responsabiliza de lo que nos pasa y solemos ser bastante poco creativos, ya que nos fijamos más en lo bueno que les sucede a otros diciendo: que suerte tiene el pelao, vaya casa, coche, reloj que tiene. Sin pensar que tal vez se lo ha trabajado con sudor sangre y lágrimas. Nos enfocamos en nuestra mala suerte, del por qué no he tenido, esa o aquella oportunidad, sin embargo, poco reflexionamos sobre nuestra buena suerte, sobre la que pensamos teniendo claro que no es suerte, sino que nos lo merecemos por derecho propio… y mucho más nos merecemos de lo que tenemos.

Como decía, poca imaginación nos asiste alrededor de la suerte y quienes la mientan a menudo tienen la excusa perfecta para ni hacer, ni pensar en cambiar nada, ya que nada depende de ellos y siguen dándole vueltas a su mala suerte y a la buena o muy buena de los demás. Mientras otros tienen claro que la preparación y el entrenamiento te hacen más lúcido, fuerte ante las oportunidades y éstas pueden traerte eso que llaman la buena suerte. Dicen que los partidos empiezan a ganarse en los entrenamientos y ejemplos de esta índole hay unos cuantos.

Por lo tanto, hay una parte de la suerte que podría decirse que comienza a estar en nuestras manos. Al igual que podríamos aseverar que cuanto más trabajamos más suerte tenemos… y si no es así, quizá, nos faltan cosas por saber, aprender y poner en práctica. También es verdad que el azahar en ocasiones hace de las suyas y nos tira una maceta sobre la cabeza o hace que nos toque la lotería, eso sí, una vez que hemos comprado el boleto. Buena o mala suerte, todo es relativo imaginemos que en el primer caso con una lesión grave que provoca una incapacidad para andar, se vuelve un atleta paralímpico viajando, conociendo gente espectacular y ganando medallas. Y en el segundo caso que después de unos meses de fiestas, abundancia y malas inversiones lo pierde todo viéndose como consecuencia bajo un puente. Por eso aquello de mala o buena suerte ¿quién lo sabe? Es una verdad como un templo.

Sigamos, cuando nos consideramos gente con suerte, tanto a nosotros como a otros, puede que estemos valorando nuestra habilidad o capacidad para aprovechar al vuelo oportunidades que para otros pasan o pasarían desapercibidas. ¿Será la suerte o el destino quién marca nuestro camino? Está escrito o lo escribimos nosotros. Sí que aparentemente hay algo —no sabemos qué— que dicta parte de nuestro destino en la tierra. Pero también es cierto que si no somos quienes elegimos las cartas ni somos nosotros quienes las barajamos… sí somos quienes jugamos con las que tenemos. Por lo que parece claro que cuanto mejores cartas tengamos más fácil nos será ganar la partida. Y por el contrario cuanto peores cartas tengamos mejor entrenamiento y preparación necesitaremos, no solo para ganar la partida sino unas manos, es decir sobrevivir.  De ahí la insistencia en formarse, poner en practicar lo aprendido y convertir en enseñanzas los fracasos y derrotas, sabiendo además que cada adversidad es una oportunidad de mejora.

No quisiera terminar esta reflexión sin comentar que en muchas ocasiones nos deseamos suerte los unos a los otros, más dejándolo casi todo en manos del destino y casi nada en las nuestras, es por eso que yo personalmente prefiero desear, desearte éxito más que suerte. El primero depende de ti y tu pericia para conseguirlo, la segunda depende del destino y a veces es caprichoso, aunque me temo que sus razones tendrá para hacer lo que hace… lo dicho te deseo mucho éxito en todo lo que emprendas y en tu vida en general.