“La cortesía no actúa sólo sobre las maneras, sino sobre el espíritu y sobre el corazón” (Joubert).  Yo diría que incluso un simple manual de urbanidad trata, más allá del buen gusto y del buen hacer en nuestras relaciones, sobre el corazón y el espíritu a través del buen gusto y el bien relacionarse con los demás.

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Y es que la cortesía y la amabilidad es el arte de vestir el alma cuando nos presentamos antes los demás…

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La amabilidad es la cara externa de la bondad. Y aunque a veces sea una careta, a fin de cuentas es lo que se manifiesta de la persona y es lo que, en concreto, se goza de ella.

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Ocurre que el talento de una persona parece menor cuando se envuelve en gruesas maneras, sin embargo también cuando despliega excesiva amabilidad. Curiosas propiedades de los extremos.

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Por eso hay que guardarse de ser excesivamente amable, pues puede llegar el día en que descubras que ese con el que tratas, en lugar de reconocerte precisamente como una persona amable, te reconozca más bien como un tonto. No olvides que, en general, la gente de baja calidad confunde la amabilidad con la debilidad (incluso mental).

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Marcel Proust va en esta línea: “Con el tiempo aprendí que es un error sonreír amistosamente a quien nos ha engañado”, decía. Claro, porque así se confirma en su idea de que eres tonto… Pero he aquí que, como no hay mal que por bien no venga, la amabilidad es una buena manera de, precisamente, hacerse el tonto, pues que a los ojos de los tontos, no hay mejor manera de parecer tonto que ser amable.

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La dificultad estaría entonces en parecer inteligente cuando se es de natural alegre y bonachón.

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Y este es el laberinto sin salida de la persona amable: que está obligada a decir tonterías continuamente para seguir siendo amable, lo cual es interpretado por los demás como signo de alguna discapacidad. De esta manera entra en el círculo vicioso de la amabilidad, que solo puede romper no diciendo tonterías, pero entonces dejando de ser amable…, y así sucesivamente.

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En esto, lo que más me jode del hecho de decir un disparate o cometer un error ante una persona que desprecio es que, por ese error, mi desprecio y yo mismo quedamos invalidados para despreciarla.

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A veces pienso que la condescendencia, pasotismo y amabilidad que muestran algunos sabios no es más que desprecio, pues cuando el hombre con sentido común no es entendido, antes que recurrir a la irritación despliega cortesía. Y es que, por su propia naturaleza, está en la inteligencia el comprender los límites y la inutilidad de la lucha ante la falta de inteligencia.

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A pesar de esto, sea por tonto o por listo, yo nunca dejaré de ser amable, y no por hipocresía, sino por solidaridad en este valle de lágrimas con todos. Y doy gracias en particular a aquellos que han puesto una gota de sociabilidad en nuestras vidas… No dejaré de ser amable, aunque me tomen por tonto. Me gustan los desafíos.

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…Bien es verdad que de algunos no se sabe si su amabilidad raya en la cobardía o su cobardía raya en la amabilidad.