Horacio Otheguy Riveira.

El ingeniero Philip Carter es un buen tipo en buena posición, una esposa guapísima y un niño encantador. Le tienden una trampa en la empresa que trabaja y es condenado por una estafa que no cometió. Por muchas buenas gestiones que se hacen los tribunales no rebajan la sentencia a 6 años.

Sus compañeros de prisión le envidian de tal modo que, con la ingenuidad que le caracteriza, es víctima de una ridícula y furiosa tortura: dos carceleros le cuelgan de los pulgares en una acción cuya crueldad está implícita. La autora no entra en detalles morbosos, lo poco que sabemos es más que suficiente. El castigo le perseguirá, de diversas maneras, mientras viva… A sus cuarenta años, ya vivirá para siempre padeciendo los efectos de aquella bárbara tortura.

La morfina del doctor Cassini en la enfermería de la cárcel es un paliativo fantástico, pero del que, incluso en libertad, no podrá liberarse: el dolor le acosa mientras se transforma en otro hombre, uno de una violencia ciega en un motín, y de otra agresión más pensada…

Pero lo que de verdad nos tiene atentos, página a página, es la reconstrucción de un ser culto y pacífico en otro que lucha contra la tortura de sus manos… y nada puede hacer para evitar una capacidad de brutal violencia como si fuera lo más natural del mundo.

Su bella esposa le engaña, naturalmente necesitada de relaciones sexuales mientras su querido esposo está entre rejas… no hay un juicio moral estricto, solo existe en el protagonista una endiablada soledad de la que también debe defenderse.

«… le puso la inyección y Carter se sentó en una de las sillas de mimbre que había en el fondo de la enfermería. Estaba tan nervioso que no podía evitar que los talones le tembleteasen contra el suelo de linóleo gris. La visita de Hazel le había hecho darse cuenta de algo terrible, que deliberadamente había aguantado los últimos tres meses en una especie de nube, en una especie de escafandra de metal que, después de todo, no era lo bastante resistente. Entre los reclusos y con el doctor Cassini lo podía aguantar, pero con Hazel había vuelto a ser él mismo durante unos minutos.

El dolor de los dedos había sido el coup de grace a su estado de ánimo. Había gimoteado con ella, había dado muestras de amargura y de ingratitud. Se había comportado, en todo, como no debe hacerlo un hombre con su mujer.

Se recostó en la silla y dejó que la morfina produjese su efecto milagroso. La morfina estaba atacando el dolor y, como de costumbre, estaba ganando la batalla —la ganaría durante cerca de dos horas—. Entonces el dolor recobraría sus fuerzas y contraatacaría a la morfina…

Pensó que incluso había tolerado con cierta fortaleza el que le colgasen, pero y su le fallaba esa fortaleza? ¿Y si le fallaba de pronto a causa del dolor machacón de los dedos? ¿Se pondría a correr dando gritos, atravesaría corriendo las galerías, chillando y atacando a los celadores, dando de puñetazos a quien se le pusiese delante hasta que le derribasen a balazos o se estrellase de cabeza contra un muro de piedra?».

Desde el punto de vista dramático, los criminales son interesantes porque, al menos por un tiempo, son enérgicos, libres de espíritu, y no se someten ante nadie. (Fuente: https://citas.in/autores/patricia-highsmith/)

Patricia Highsmith: datos biográficos