Manuela Vicente Fernández. @ManuelaVicenteF

La estela del milano Negro (Alalimón Creaciones) es la nueva novela de la escritora valenciana Elena Casero Viana. Autora prolífica, cuenta en su biografía con cinco novelas anteriores: Tango sin memoria (Mira Editores 1996- Talentura 2013), Demasiado tarde (Mira Editores, 2004), Tribulaciones de un sicario (Talentura Libros, 2009), Donde nunca pasa nada (Talentura, 2014), Las óperas perdidas de Francesca Scotto (Talentura, 2018) y Las dos Adelaidas (Sargantana, 2023); cuenta también con un libro de relatos, Discordancias (Talentura, 2011), y un libro de microrrelatos, Luna de Perigeo (Enjuadres, 2016).

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La estela del milano negro es una novela realista, cargada de un humor fino, cuyo argumento se centra en la desaparición enigmática de Antonio y el encargo de hallar su paradero y traerle a casa que hace su madre, doña Perpetua, a un detective privado.

La historia transcurre en un entorno doméstico, casi familiar, situado en un pueblo pequeño de la España vacía, que pudiera ser fácilmente cualquiera de los pueblos que conocemos. Pocos personajes, todos con una rutina cotidiana conocida cuya menor alteración no pasa desapercibida ante los ojos de sus semejantes.

A este entorno provinciano llega Arístides, detective privado, camuflado de cura siguiendo las instrucciones de la madre del desaparecido, con el fin de integrarse mejor en el vecindario y no despertar sospechas. Poco a poco, el detective, provisto de alzacuellos y prismáticos en su caracterización de cura aficionado a la ornitología, va radiografiando las entrañas de la aldea a la vez que va exponiendo las suyas.  Es necesario ser un buen actor para saber ver más allá del teatro que todos representan.

La obra no es una novela negra al uso, no nos aburre con tecnicismos del género ni con espectaculares escenas o ganchos de ritmo trepidante. El mérito de La estela del milano negro es que nos permite observar de cerca, como si enfocásemos con los prismáticos de Arístides, el ecosistema rural en el que se mueven los personajes, sus motivaciones y las relaciones causa-efecto que establecen entre sí.

La novela tiene dos voces narrativas, la de Arístides y la de su hija, Olivia, que representa la historia oculta del detective. A las escenas típicas de los entornos rurales, como las charlas y cotilleos junto a la gasolinera, se unen los personajes que dan juego: el alcalde, el hombre de negocios, la mujer adúltera, la cuñada guapa y las rencillas familiares. Un cóctel que funciona y encierra, si se acerca el zoom de los prismáticos, una enseñanza a la novela negra característica, al mostrarnos que para desentrañar la condición humana no hay necesidad de oropeles ni de artificios.

La estela del milano negro, una novela ambientada en lo cercano, en lo doméstico, que gana en los pequeños detalles que engrandecen la lectura.