JOSÉ LUIS MUÑOZ

De toros y hombres. De cómo estos primeros, sobre todo, interactúan con Nejma (Oulaya Amamra), la única mujer que es corredora ante los toros en los ruedos de la Camarga francesa, un territorio curioso con una idiosincrasia muy especial y raíces muy hispanas, y no solo por su aprecio de la tauromaquia, va esta película de la directora franco argelina Emma Benestan (Montpellier, 1968).

Pues en ese entorno eminentemente masculino y testosterónico, la presencia de esa mujer es aceptada con absoluta normalidad por sus compañeros de trabajo, una cuadrilla que no solo corre delante de los astados en la plaza los días de espectáculo, sino que cuida de ellos en esas enormes planicies inundadas próximas al mar Mediterráneo. De ser casi un film etnológico, con visos de documental, que nos habla de un territorio francés poco conocido cinematográficamente hablando y de los que habitan en él, la película da un giro brusco en mitad de su metraje al fantástico cuando empiezan a aparecer trabajadores corneados y muertos por un solitario toro que se ha escapado tras romper la cerca y se convierte en una oscura amenaza para todos. Nejma (la interpretación de la actriz franco argelina es lo más sobresaliente del film), que tiene una extraña atracción telúrica por esos animales bravos, mantiene una relación de amistad y complicidad con Tony (Damien Rebattel), el hijo homosexual del adusto patrón Léonard (Claude Chaballier), y es deseada en secreto por Kylian (Vivien Rodríguez), otro de los trabajadores.

Quizá sea la mezcla de géneros, el etnológico, el fantástico y hasta el western (hay cabalgadas persecutorias de ese toro asesino de humanos que remiten claramente a él), y el meter con calzador en la cinta también la violencia machista, sean demasiados ingredientes para ese cóctel en el que además se inserta una escena de lo que se denomina body horror, heredado de La sustancia.

Hay muy bellas imágenes de la Camarga francesa presentada como un territorio salvaje muy peculiar (la fiesta gitana con canciones flamencas) y escenas nocturnas con toros, luna y lagunas muy bellamente filmadas en esta alegoría en la que una manada de toros salvajes se convierte en la protectora de una mujer valiente. Los hombres son más peligrosos que las bestias.