Ricardo Martínez.
A veces pareciera que, ya dentro de la propia historia, fuese la leyenda quien viniera –a posteriori!- a darle un significado que necesita y, por extensión, humaniza. Pensemos en la aventura de Gilgamesh, el gran y significativo héroe de las tierras ubicadas entre los fecundos entre-ríos, en la vieja y noble y eterna Mesopotamia. Gilgamesh, la primera gran aventura narrada del hombre, vendría a redimir esa tierra del peso de los avatares que la historia hace reales:

“Invencible entre los guerreros, nuestro héroe gobierna su ciudad con arrogancia. Para apaciguar el lamento de su pueblo, los dioses modelan arcilla y estrellas, y dan vida a Enkidu, una criatura de igual fuerza y belleza, capaz de enfrentarse al soberano (…) Nada más ver a Enkidu, Gilgamesh lo desafía; teme que pueda ser más fuerte que él. Pelean durante mucho tiempo, hasta que reconocen que ambos son igualmente valerosos (…) Entonces recae sobre los dos héroes una sentencia de muerte: uno de los dos deberá morir. ”Enkidu, ve en sueños su muerte” Más he aquí que, al fin: “El hermano vivo arriesgará su vida en innumerables y peligrosas aventuras para encontrar a su hermano, que no regresa, y devolverle a la vida… “Y aquí comienza la maravillosa historia”
¿Serán Tigris y Éufrates, nombres de los ríos que han bendecido las cosechas de Mesopotamia, los nombres figurados de los dos hermanos que, aunque enfrentados, con el tiempo se harán inseparables?
Dice el entusiasta y documentado y claro autor y ‘expositor’ de este texto (prestigioso arqueólogo allí, a la sazón, y en defensa de su amor por esta tierra y su historia), que “La antigua Mesopotamia fue el escenario de extraordinarios avances de la humanidad. En aquella región de Oriente Próximo tuvieron lugar acontecimientos históricos de indiscutible relevancia. Hace más de cinco mil años, sus habitantes inventaron la primera escritura de la historia -no conozco un invento más revolucionario-, expresa. Y añade: ¿Se imaginan el mundo sin escritura?”
Qué gran pregunta para la épica, para la vívida historia de la humanidad. “Gilgamesh reinó en la bien amurallada Uruk, una de las primeras ciudades del mundo. No en vano, la ciudad y el modo de vida urbano fueron otra creación de los mesopotámicos. Todo eso hace de Gilgamesh un personaje excepcional, una especie de héroe semidivino”. Salvando, dice, importantes diferencias, sería el ‘Ulises mesopotámico’ que personifica la esencia más pura de la cultura y de la historia.
He aquí, así, que el primer poema épico da hogar y licencia de realidad histórica a la verdadera historia real. Una permeabilidad poética de cultura y realidad material. Mesopotamia, el país de los ríos, fue la tierra del gran héroe Gilgamesh, el rey de Uruk que no quería morir (que quería el triunfo de su civilización, de su cultura naciente como una herencia de bien), y de la torre de Babel, el monumento bíblico de la confusión de lenguas (¿tal vez la representación poética de un enfrentamiento fratricida?
Pudiéramos convenir, pues, dotados de la necesaria épica de que tanto la historia y la literatura se han dotado, que “el resultado es un libro único en el que el autor explica el verdadero significado histórico y cultural de la antigua Mesopotamia a través de una cuidada selección de siete grandes áreas temáticas y de varias maravilla asociadas: el agua, la ciudad, la realeza, la justicia, la escritura, la religión y la muerte”
Todo ello se halla en el interior de estas páginas dotadas de didactismo, de una valiosísima información y expresada con lenguaje sencillo que gana pronto la voluntad decidida del lector. Es decir, para bien, cultura escrita y cultura material nos han dotado de una narración tan humana como emocionante. Y que perdure en nuestra memoria como ejemplo, a sabiendas de cuántas son hoy las amenazas reales, poco literarias, que a la Historia acosan y circundan (por ausencia de cultura).


Me encanta cómo conecta la historia épica de Gilgamesh con los avances de Mesopotamia, haciendo la cultura tangible y viva. La explicación es clara y la comparación con Ulises es brillante. ¡Un artículo inspirador!