Horacio Otheguy Riveira.
Emperador también el actor, no solo el tan lejano señor del imperio romano que interpreta. Poderío de un hombre de teatro con larga trayectoria, ahora en una puesta en escena de Beatriz Jaén (Nada), donde el perfil histórico asume una atemporalidad de líder ante las cámaras, personaje público de hoy, rodeado de gente que no emite sonido, gente sin palabras… porque es palabreando donde las Memorias de Adriano circulan poética y narrativamente en la osamenta de una eternidad: la de la memoria suspendida en la piel de un gran amor por un muchacho, mientras otras pasiones atraviesan territorios reconocibles, con las manos manchadas de guerra, y la insaciable búsqueda de poder avanza con sabiduría, torpezas varias y muy humanas injusticias.
Una gran novela en teatro magnífico
La novela Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar (Bélgica,1903-EEUU, 1987) fue publicada por vez primera en 1951, y desde entonces va por el mundo como modelo para armar -que diría su traductor al español, Julio Cortázar– lanzada al ruedo de una potente formulación de la novela histórica.
Pionera en traer al calor narrativo del siglo XX los postulados más interesantes de personajes que trascienden los límites de su época, y entre estos, Adriano resulta especialmente rico en matices, leyendas y cercanías, más aún en esta adaptación teatral de Brenda Escobedo.
Ha logrado una muy acertada síntesis dramática que la directora impulsa en un juego envolvente de micrófonos y pantallas con la revelación genial de un gran actor que empieza viejo «a mis 60 años» y rejuvenece momento a momento, a medida que se cuenta a sí mismo -y de paso, al público- los episodios esenciales de su historia.

Un escenario revelador de enigmas
La voz de Lluís Homar cautiva de tal manera que uno le sigue escuchando mucho tiempo después.
Es capaz de articular aire y majestad en un escenario revelador de enigmas.
Un actor que interpreta en cuerpo y alma a otro actor, ya que el personaje histórico del siglo II es elevado a la misma categoría de los mayores líderes, es decir, actores trágicos, cuando no comediantes histriónicos en permanente juego de máscaras para atravesar hechos únicos, en este caso ganar batallas, vencer duros enemigos, amar a su leal caballo, cazar fieras con disciplina rigurosa, adorar a un hermoso muchacho, casarse con una adorable joven, temer la dependencia amorosa y humillar al amado…
Un sinfín de actos y emociones narrados/interpretados con las seductoras posibilidades de su propia voz, rodeado de fantasmas que le visten, colocan micrófonos, entregan documentos, le sirven, sonríen, adulan…
Una maravilla de función que surge del texto novelado como si siempre hubiese estado allí, esperándonos para que Beatriz Jaén invente y dirija, nos invente y nos dirija, también nosotros criaturas que se resisten a desaparecer, conmovidos por el espléndido tratamiento escenográfico de: José Novoa, el vestuario de Nídia Tusal, la iluminación de Pedro Yagüe, la música original y espacio sonoro de Tagore González y la videocreación de Pedro Chamizo.

En el comienzo, Pedro Yagüe ilumina sutilmente al hombre agónico que camina con dificultad… Poco a poco los recuerdos le aportarán renovada energía, acompañado por eficaz montaje visual y una iluminación que nunca le abandona a su suerte.

En acción, el líder en todas sus vertientes, de la mano de Lluís Homar en una creación extraordinaria.

Un reparto de seres que no emiten sonido, todos con alguna actividad en torno a Adriano, con una coreografía espléndida, creada por el actor-bailarín Álvar Nahuel.


Álvar Nahuel en dos escenas. Arriba en el éxtasis de los cuerpos vencidos por el amor. Abajo en su primer éxito de cazador abatiendo a un león. Trabajo físico y emocional excepcional.

Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos. Jorge Luis Borges del libro Elogio de la sombra (1969).
Autoría: Marguerite Yourcenar
Traducción: Julio Cortázar
Dramaturgia: Brenda Escobedo
Dirección: Beatriz Jaén
Intérpretes
Lluís Homar
Cris Martínez
Álvar Nahuel
Marc Domingo
Xavi Casan
Ricard Boyle
Escenografía: José Novoa
Vestuario: Nídia Tusal
Iluminación: Pedro Yagüe
Música original y espacio sonoro: Tagore González
Videocreación: Pedro Chamizo
Caracterización: Toni Santos
Diseño de movimiento de Antínoo: Álvar Nahuel
Dirección de producción: Maite Pijuan
Producción ejecutiva: Àlvar Rovira
Dirección técnica Focus: Moi Cuenca
Coordinación técnica Focus: Jordi Farràs
Coordinador técnico espectáculo: Enric Alarcón y Jordi Thomas
Ayudante de dirección: Iban Beltran
Ayudante de producción: Sira Castells
Ayudante de videocreación: Alba Trapero
Ayudante de Iluminación: Paloma Cavilla
Regiduría: Aitor Aguado
Jefes técnicos del teatro: Sergio Lobaco y Raúl Martínez
Construcción de la escenografía: Pascualín Estructures
Confección de vestuario: Sastreria Baseiria y Consol Díaz
Márquetin y comunicación: Teatre Romea
Reportaje fotográfico: David Ruano
TEATRO MARQUINA HASTA EL 12 DE OCTUBRE DE 2025
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Otras creaciones de Lluís Homar en CULTURAMAS:
Lo fingido verdadero (director)
Tierra Baja (co-adaptador y actor)
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