Por su propia naturaleza, la tontería es de carácter superficial; y como nos relacionamos socialmente en la superficie de nosotros mismos, nos relacionamos, por tanto, a través de tonterías. Ahí es donde intervienen los políticos, combinando, dirigiendo y fomentando la tontería (aunque desgraciadamente, para ese fin, hurgando en lo fundamental: en la vida y hacienda de las personas).

*

El político es un señor que sabe decir tonterías (por aquello de conectar con esa mayoría que decía Gracián, el Eclesiastés y Cicerón) y fomentarla y tener a esa mayoría de su parte, pero que está obligado a decidir sobre cosas importantes. Para lo primero sirven los tontos, obviamente; para lo último, sólo los inteligentes. Aquí sí que los últimos deberían ser los primeros.

*

Reconocía Gracián que “es gran sutileza del vivir saber vender el aire, que lo más se paga con palabras; negociase en el aire con el aire y siempre se ha de llevar la boca llena de azúcar para confitar palabras, que saben bien a los mismos enemigos”. De lo que yo vengo a deducir que no es necesario que cambies las cosas: pervierte el lenguaje.

*

Nada hay más funesto para el buen desarrollo de cualquier empresa ―incluso para un país que dirigiera― que un tonto bien hablado. Y es que mientras la inteligencia para los sabios está en el cerebro, para los necios está en la boca.

*

La forma que tienen algunos de hacer triunfar su inteligencia (o su creatividad) es desarrollando la imbecilidad de los demás. He aquí su estrategia en la política (y en el arte actual).

*

El político suele equivocarse: Su error es pensar que la gente es tonta. Quizás lo sea, en efecto, cuando le siguen a él, pero tiene mucha mala leche… Es decir, su error está en pensar que es únicamente tonta.

*

Hay que saber sufrir necios, y en esto “a veces sufrimos más de quien más dependemos, que importa para el ejercicio del vencerse” (Gracián). Yo opino que si este de quien dependes es, como todo te lo indica, un necio o un progre, no es ya que tengas que hacer ejercicio para vencerte, sino para ahorcarte (y, así, conviene que vayas blanqueando el árbol por si acaso vas por la noche y no se ve bien).

*

No he resuelto aún el dilema sobre qué es más odioso, si la granujería o la estupidez. No sé, no sé… El granuja alguna vez resuelve problemas, aunque sea en su beneficio, pero un tonto… A un tonto hay que resolvérselos. Incluso los que él crea.

*

Un tonto con poder que tome decisiones adquiere rápidamente, en la percepción del común, el estatus de loco (olvidándose de que es tonto). Bueno, a lo mejor no es una percepción subjetiva: quizás es que realmente, cuando un tonto comienza a mandar, todo se convierte en una locura. Así que quien se deje llevar por los tontos, e incluso quien no sea capaz de librarse de ellos, es, por esto, tonto él mismo…, loco y tonto.

*

Un solo consejo te doy, hijo mío: llévate bien con los tontos y vagos de tu curso, porque ellos son los que terminarán de mandamases en la sociedad actual; o sea, mandando sobre ti. No los distingas entre izquierdas y derechas… ¿Qué concepto podría tener yo de mí mismo, y más como filósofo, si yo dividiera a los hombres entre izquierdas y derechas, unos los buenos y otros los malos o viceversa? Bien que he de reconocer que sólo los tontos (los tontos que sean sinceros) los dividen en tontos de izquierdas y tontos de derechas.

*

A tu hijo también deberías advertirle que no olvidara nunca que los políticos tienen como prioridad en sus tareas hacernos cada vez más tontos y más locos, siquiera por contagio de ellos (por eso se asoman tanto a la televisión)… Bueno, y de camino, hacernos un poco más cobardes.