José de María Romero Barea.
Plena de invocaciones al impulso omnicomprensivo de la grafomanía, la conexión que postula el ensayo El amor por la muerte en la cultura germana (El Desvelo, Colección Altoparlante, 2025) surge impregnada de un respeto no exento de afecto. Se abordan en él las implicaciones de nuestras decisiones lectoras, esos momentos de valentía, imprudencia o terror que actúan como el dedo en la balanza, decantando el resultado o cambiando el equilibrio de las fuerzas que nos conforman.

Ahonda en los detalles e idiosincrasias de la tradición literaria alemana el autor catalán Toni Montesinos (Barcelona, 1972), al tiempo que aborda el miedo a lo incontrolable, auscultando las formas conscientes e inconscientes con las que reaccionamos ante la desaparición, centrándose en nuestras vulnerabilidades. Portador de una herencia compartida, el crítico literario de La Razón deja claro que sus afectos por la obra de Kant, Goethe o Thomas Mann son personales, y se derivan de sus peculiaridades y visiones controvertidas.
Como es costumbre en la prosa de director de la revista Qué Leer, vitalidad y solidez complementan a la pesquisa central, con argumentos tan intrigantes como inauditos: “[Erich Maria] Remarque ejemplifica cómo las dos guerras mundiales, en las que Alemania dijo para sí, funestamente: “Yo os elogio mi muerte, la muerte libre, que viene a mí porque yo quiero”, hasta suicidarse como pueblo y cultura, marcó a los literatos en su vida pero también en su obra” (“Ser y existir hasta acabar en nada”).
Profundizan los acontecimientos en la autenticidad del discurso, revelando no solo las fuerzas que moldean la literatura germana, sino cómo estas permean nuestros egos lectores: “Los textos de [Heinrich von] Kleist reflejan su mirada contraria a las convenciones sociales, y proyectan un halo de tristeza, de enemistad por lo circundante, que a buen seguro influyó en [Franz] Kafka” (“La moda del suicidio”).
Los autores objeto de estudio diríase personajes que desempeñan un papel importante en tramas que se entremezclan. Los rasgos de personalidad y preferencias del exégeta emergen en formas sutilmente diferentes: “El psicoanálisis está agonizando, hoy es esencialmente literatura; Freud como escritor sobrevivirá a la muerte del psicoanálisis” (Harold Bloom, citado por Montesinos en el capítulo “Freud y el diván del sexo femenino”).
Frente al auge de las teorías conspirativas y las ideologías totalitarias, El amor por la muerte se centra en la experiencia humana, examinando las distintas reacciones ante la crisis de conocimiento que nos asola: “Walser se identificaba con Hölderlin, el poeta alemán que también pasó una larga temporada en un manicomio. En un sitio así uno podía consagrarse a las pequeñas cosas, a deambular, a soñar despierto” (“Existencias de extremos: Robert Walser y Ernst Jünger”).
Subtitulado De Goethe a Günter Grass y del antisemitismo al Muro de Berlín el volumen evoluciona del hallazgo a la pérdida del ideal, va del distanciamiento a la soledad, de la necesidad de contacto humano a la sed de autonomía. El fin de la literatura, esa promesa que ilumina nuestras vidas, se enfrenta a la pérdida colectiva de un futuro en desarrollo: “Tanto Levi como Kertész se transformarían en iconos de la dignidad y la moralidad frente al salvajismo nazi (…) para rememorar lo que es tan difícil trasladar a palabras” (“El testimonio de Imre Kertész y Primo Levi”).
Ante el regreso implacable de la reacción letrada, el autor de poesía, novela, ensayo, biografía y crónicas viajeras intenta colocarse al frente de un nuevo orden de la imaginación que luche por recuperar nuestro sentido de control e independencia. Para ello recorre décadas, abriéndose paso a través de nuestro presente hasta llegar a la proyectada posteridad.
Entramos y salimos de las vidas de este grupo compacto de creadores centroeuropeos que triunfan y fracasan; aman y se desenamoran; cambian para permanecer iguales, llegando a la conclusión de que “hay en el pueblo alemán una atracción morbosa y satánica por la muerte. Este pueblo ama la muerte (Erika Mann, citada por el autor en el apartado “Thomas Mann y la seducción de la muerte”).
Se nos muestra una historia de las letras alemanas, desde el siglo XVIII hasta el XXI, solo para socavarla mediante el relato de un afán mortuorio en forma de guerras o exterminio: “[“Günter] Grass recuerda en Escribir después de Auschwitz aquello que dijo Adorno de que “escribir un poema después de Auschwitz es una barbaridad (…) hoy es imposible escribir poemas” (“Paul Celan: poesía tras las cámaras de gas”). Adquirimos tanta intimidad con estas formas vagamente cambiantes que nos vemos reflejados en sus ellas.
Resitúa el colaborador de Cuadernos Hispanoamericanos o Cultura/s (de La Vanguardia) las debilidades de lo que cambia irremediablemente frente a la permanencia de los paisajes cognoscibles: “Los textos kafkianos son el culmen de la escritura precisa y magnética: no tienen límite, no acaban nunca” (“El mar congelado que hay dentro de nosotros”).
Desde diferentes ángulos, lo que nos muestra Toni Montesinos es la representación de un universo rico y complejo, en el que las acciones tienen consecuencias que se extienden a lo largo de generaciones: “En el alma alemana, en el arte, la filosofía y la literatura de este pueblo no se comprende lo que es verdaderamente la vida, lo que constituye su magia y su grandeza”, sostiene George Clemenceau, citado en el prólogo.
Algunos volúmenes son filosóficos, otros hacen un llamado urgente a la justicia climática. Comparten con el que nos ocupa un vocabulario: cuidado, atención, arraigo, nutrición, regeneración. La naturaleza que retrata del ensayo El amor por la muerte se presenta como un antídoto, precisamente, contra la modernidad mórbida, sus alienaciones, sus amnesias.

