Tariku y el gran incendio

TarikuTariku y el gran incendio de Begoña Flores Bejarano. Ilustrado por Germán San Raimundo Martín.  Colección Infantil-Juvenil, Editorial Verbum, 2013. 72 pp., 12,50 €. También en PDF 7 €.

 

Por Fermín Caballero Bojart.

 

 

 

Begoña Flores Bejarano (Madrid, 1969) arrastra consigo una impronta de viejos libros sobre estanterías intempestivas. Cuando escribe relatos para público juvenil e infantil, como ha demostrado en sus participaciones en las antologías Respuestas fantásticas para niños curiosos (2011), Cuentos y leyendas de aquí y de allá (2012) y Aventuras en el Madrid literario (2013), lo hace no solo porque tiene algo que contar, sino por cómo lo cuenta. Advertencias ambas, de Alejo Carpentier, que la escritora madrileña cultiva en sus todos cuentos con madurez y destreza.

Tariku y el gran incendio, nace de una adopción. Pero comienza con el primer día de curso de Tariku, el etíope protagonista que cautiva a sus nuevos compañeros de clase, generando la admiración de Amanda y los recelos de Carlos. La brevedad y concisión de sus líneas, como las grandes esencias, encierran, en este cuento ilustrado, un mensaje para todos los niños del mundo: respetar el color de la piel como a sí mismo.

Dirigido a un público infantil, Tariku y el gran incendio acoge algo más profundo que una historia de integración. Las nostalgias no tienen cura, quizás remiendos. Ello es lo que debiera alertar a los lectores adultos, principalmente profesionales, educadores y padres que lean este certero mensaje de la autora, y saber que cuando lean los capítulos narrados por el etíope adoptado, Tariku significa la historia que hay detrás.

Para enmarcar el nuevo trabajo de la escritora Begoña Flores Bejarano, acompaña bien la definición de cuento de Julio Cortázar, cuando lo compara con una fotografía: “es como recortar un fragmento de la realidad, fijándole determinados límites, pero de manera tal que ese recorte actúe como una explosión que abre de par en par una realidad mucho más amplia, como una visión dinámica que trasciende espiritualmente el campo abarcado por la cámara”.

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