“Mundo de siete pozos”, de Alfonsina Storni

Por Jorge de Arco.                                  

    Alfonsina Storni fue mujer sensible y triste. “Yo aprendí muy temprano la ciencia de llorar”, escribió un día. Y, de esa ciencia, nutrió muchos momentos de su poesía. 

Nacida en Suiza en 1892, se trasladó a Argentina a temprana edad. Desde muy joven tuvo inclinación por las letras y en 1916 editó su primer poemario, La inquietud del rosal, al que seguirían El dulce daño (1918), Irremediablemente (1919) y Languidez (1920). Un conjunto que, en buena medida, supone una primera etapa de su lírica donde sorprende por la solidaria madurez de su palabra. Con su último título obtuvo el Premio Nacional de Literatura junto a un amplio y merecido reconocimiento.

     La aparición de Ocre en 1925 marcó un momento álgido de su trayectoria e iniciaba una reconversión de su discurso. Además del compromiso en pro de lo femenino, su voz doliente dejaba entrever su condición de mujer lastimada, símbolo, al cabo, de su tiempo, y al que por numerosas razones se adelantó.

Héme otra vez aquí, pomo vaciado.
Bajo este sol que mis espaldas toca
a la cordura vanamente, invoca
mi triste corazón desorbitado.

     Tras Poemas de amor (1926), vio la luz Mundo de siete pozos (1934), que ahora recupera en cuidada edición el sello granadino Averso.

La principal ruptura de la autora en este volumen tuvo que ver con los usos métricos, además de su iterativa materia marítima. El tema de las aguas, del litoral que la bañaba, se complementa y se completa en estas páginas. Cabe recordar, como su posterior suicidio en octubre de 1938, en la playa de La Perla, del Mar de Plata, fuese en su poema “Crepúsculo” vaticinio de lo que aconteciera:

Escalinatas lentas
descienden al agua
y llegan, desvanecidas,
a mis pies.
Por ellas
ascenderé
un día
hasta internarme
más allá del horizonte.
Paredes de agua
me harán cortejo
en la tarde resplandeciente.


     En el revelador prefacio que firma Cristina Court, anota que “Alfonsina Storni sobresalió por su audaz destreza en la escritura, donde supo reflejar sus mayores anhelos y pesares (…) Fue una poeta de sensibilidad esteparia que no se coartó a la hora de expresarse a través de la ironía y el sarcasmo, dejándose llevar por un instinto, hasta entonces, casi inaudito”.

Aquellos que se asomen a este pozo, a este universo de emociones, encontrarán esto, y mucho más, en un volumen que si dividido en cuatro apartados, converge de manera unitaria hacia una semántica del desamor, hacia una prístina soledad que perturba y conmueve:

Podría tirar mi corazón
desde aquí, sobre un tejado:
mi corazón rodaría
sin ser visto.

(…)

Podría danzar
sobre la azotea
la danza negra de la muerte:
el viento se llevaría
mi danza.

     Los siglos XIX y XX han dado a la poesía hispanoamericana nombres muy relevantes. Baste recordar a Delmira Agustini, Juan de Ibarbourou e Idea Vilariño en Uruguay, Pita Amor, Elena Garro y Rosario Castellanos en México, Alejandra Pizarnik, Victoria Ocampo, Juana Manuela Gorreti, Griselda Gambaro y la propia Alfonsina Storni en Argentina. Con ella y junto a ellas, las letras de su país conservan un referente que mantiene aún intactos su fulgor y su vigencia.

    Tiempo atrás, el escritor francés René Char, dejó escrita esta aclaratoria sentencia: “Para mí un poema no es bello, curioso, original o lo que se te ocurra. Lo que hace falta es que, al leerlo, descienda dentro de ti”. Quienes desciendan, despaciosamente, hasta el fondo de este Mundo de siete pozos, coincidirán, a buen seguro, con el poeta galo:

Se balancea
arriba, sobre el cuello,
el mundo de las siete puertas:
la humana cabeza…

(…)

Y se abren praderas rosadas
en sus valles de seda:
las mejillas musgosas.
Y riela
sobre la comba de la frente,
desierto blanco,
la luz lejana de una luna muerta…

 

Mundo de siete pozos
Alfonsina Storni
Granada, Averso

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