Sombras chinescas

«Sombras chinescas»

Simon Leys

Ensayo. Traducción de J. Ramón Monreal.

Acantilado, 2020.

337 páginas.

22 euros

En 1972, cuando Bélgica abrió su embajada en Pekín, Simon Leys fue enviado como agregado cultural para recorrer durante seis meses el país y elaborar informes detallados de sus tesoros artísticos. Incapaz de limitarse a la tarea de observar la «China muerta», Leys registró elocuentes escenas de la vida cotidiana, datos económicos, obras en las librerías, contenidos de los programas escolares, banquetes diplomáticos, propuestas políticas… El resultado fue este libro, que vio la luz por primera vez en 1974: la denuncia de la mentira maoísta en una época en la que parecía existir una «conspiración de silencio» en toda Europa hizo de Leys una de las voces más veraces de su generación. Como señaló Jean-François Revel, el paso de los años, lejos de haber condenado Sombras chinescas al olvido, le ha reservado el lugar que le correspondía por derecho: «Hay que releer una y otra vez el libro de Leys para constatar que, incluso en el siglo de las mentiras, la verdad logró levantar la cabeza y carcajearse».

Ryckmans estudió Derecho en la Universidad de Lovaina de su Bélgica natal, y más tarde lengua, literatura y arte chino en Taiwan. Trabajó en Hong Kong como diplomático y en 1970 se estableció definitivamente en Australia. Allí dio clases de Literatura China en la Universidad Nacional de Australia, primero, y más tarde fue catedrático de Sinología en la de Sidney desde 1987 hasta 1993.

Con Los trajes nuevos del presidente Mao (publicado en inglés en 1971, y en español por Tusquets en 1976) se convirtió en un temprano denunciante de la Revolución Cultural, el movimiento lanzado por Mao Zedong para purgar de elementos burgueses la sociedad y la política china. Ryckmans —que por recomendación de su editor firmó el libro como Simon Leys para no ser declarado persona non grata por la República Popular China— publicó su obra durante la fase en la que la Revolución Cultural estaba en el cénit de la barbarie, nadando a contracorriente de la opinión sobre ella, abrumadoramente favorable, del mandarinato intelectual del momento.

Entre sus otras obras traducidas al español están Sombras chinas (1977), La muerte de Napoleón —llevada a la pantalla (Mi Napoleón) por Alan Taylor en 2001— o Los náufragos del Batavia: anatomía de una masacre (Acantilado, 2011). Este último ensayo es un documentado relato de uno de los más célebres naufragios de la historia —el del Batavia, embarcación de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales que se hundió frente a la costa occidental de Australia en 1629— y del posterior régimen de terror que impuso sobre los supervivientes Jeronimus Cornelisz… imposible no leer la obra también como una fábula que alude a cualquier vesania totalitaria.

Ryckmans, brillante prosista en francés y en inglés, era un amante apasionado del mar y un caluroso polemista; sonada fue, por ejemplo la diatriba que sostuvo con otro gran esgrimista intelectual, Christopher Hitchens, a propósito de la figura de Teresa de Calcuta.

 

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