Dos novelas y un solo destino: divertir al lector mientras todos los demás mueren

PEDRO PUJANTE.

Intentar delimitar cualquier género novelístico con tres o cuatro tópicos resulta una tarea inútil y reduccionista, que siempre obviará ingredientes, elementos, tramas y pasajes que pertenecen a la buena literatura sin  etiquetas. Así, a pesar de que estas dos obras que aquí comento, a priori, pertenecen al género negro me parece interesante abstraerme de tal categorización, o al menos declarar que son obras que van más allá de su propia nomenclatura. Ambas, es cierto, concurrieron al VIII Premio Wilkie Collins de Novela Negra de MAR Editor, un sello que se está posicionando con un catálogo cada vez más interesante y sólido, de grandes autores y libros imprescindibles, siendo La absurda existencia de Dalila Conde, de Olga Mínguez la ganadora, y Versos envenenados del veterano narrador y poeta Francisco Javier Illán Vivas, finalista.

A pesar de que ambas obras son totalmente distintas en estilo, trama, personajes, estructura y ambientes, poseen algunos elementos en común. En las dos aparece el tema de la homosexualidad, hondas preocupaciones sociales y contemporáneas, varios hilos narrativos, la estrecha relación entre amor y sexo y por supuesto, crímenes macabros escondidos por la tenue vela del misterio.

Olga Mínguez nos regala una novela bien estructurada, con sólidos personajes, yo incluso diría que algunos como Leo Vélez memorables, quien se adentra en una peligrosa secta de carácter espiritual para poder dar caza a un asesino (o asesinos) que han reanudado tras dos décadas una serie de crímenes rituales de jóvenes muchachas. La novela engancha y el texto, que está distribuido en varios hilos narrativos y continuas (aunque bien traídas y necesaria analepsis, que profundizan en los personajes y los inflan de vida), conduce con precisión hasta un final trepidante. Además de la gran tensión y episodios de mucha intensidad que esta gran novela nos procura, funciona como un pequeño manual de filosofía que nos interroga sobre la condición humana, sobre los límites morales, el amor y en definitiva, nos aboca al límite de nuestra objetividad, alimentando nuestras dudas mediante escenarios poco fiables, personajes y situaciones ambiguas y complejas. ¿Qué serías capaz de hacer bajo condiciones extremas? ¿Es tan fácil escapar a nuestro pasado? ¿Crees que es fácil escapar de una secta? Esta última pregunta siempre nos la hacemos desde afuera, pero quizá, uno de los tanto méritos de esta novela consiste en trasladarnos al otro lado y  hacernos sentir que estamos dentro de una secta y lo que esto supone.

De escritura muy cuidada, perfectos diálogos y, como ya he apuntado, con grandes dosis de acción y potentes personajes, La absurda existencia de Dalila Conde es una de esas lecturas que perduran en nuestra mente por mucho tiempo. Si tuviera que ponerle un “pero” sería que a veces la minuciosidad de la autora la lleva a planear en exceso sobre los acontecimientos que narra, a calcular hasta el último detalle, restándole un poco de espontaneidad.

Versos envenenados, por su parte, contiene, como ya expliqué, aspectos comunes con la novela de Mínguez y con la novela negra en general, pero podríamos decir que Illán Vivas es un escritor divergente, que no asume postulados de modas ni corrientes y que apartándose del canon ha escrito una buena novela sin etiquetas. Es una novela con criminales y policías pero no es una novela negra. Hay poemas y mucha literatura pero no es una novela metaliteraria. Habla de Murcia pero no es una novela costumbrista. ¿Qué es entonces? Es todo eso y mucho más, es un relato divertido, para mí lo mejor que ha escrito hasta el momento, una suerte de guía de viajes fascinante que nos invita a recorrer paisajes murcianos con paso ligero, aires renovadores y excelso lirismo. Aquí el amor, bizarras necrofilias, poesías que matan, escritores murcianos y mundiales, personajes al límite y sobre todo una trama que nos atrapa en círculos concéntricos para conducirnos hasta un final totalmente inesperado (ya sé que es un tópico pero es que esta novela lo consigue de veras) componen una historia perfecta y atractiva que atrapa desde la primera línea. El protagonista, Isco Vivas, un neo-caballero andante, se verá envuelto en una vorágine de amor y muerte, de poemas tóxicos, de suicidios extraños y el lector habrá de acompañarle alucinado hasta el último tramo para poder desvelar qué, cómo, por qué ocurren estas muertes.

En definitiva, dos novelas divertidas y bien escritas, llenas de vida (y sobre todo de muerte) y que no defraudarán al lector más exigente.

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