"Elisa y Marcela", de Narciso de Gabriel [Libros del Silencio]

Un «hombre». Se llamará Mario. Será real. Se encarnará en Elisa. Elisa es viril. Cuando es necesario tiene el carácter y los rasgos osados de un macho. En el tiempo en el que fue maestra en Calo (Vimianzo) iba siempre armada con un revólver y lo pregonaba: «Yo no ando nunca sin el despertador». Magnífico eufemismo para un arma de plomo. Falta le hacía ese estilo arrojado. En aquel entonces, Marcela ejercía en Dumbría y eran muchas las noches en las que Elisa atravesaba Soneira, incluso contra las tormentas y con los lobos rondándola.

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“La playa de los ahogados”, de Domingo Villar [Siruela]

«Ahogar. 1. Matar a una persona o un animal sumergiéndolo
en agua o impidiéndole respirar. 2. Causar sofoco. 3. Hacer
sentir angustia, congoja o tristeza a una persona. 4. Apagar o
sofocar un fuego. 5. Extinguir, suprimir.

El inspector Leo Caldas se bajó del taxi y dio dos zancadas para evitar los charcos que inundaban la acera. Entró en el vestíbulo del hospital, se abrió paso entre la gente que esperaba frente a los ascensores y se dirigió a las escaleras. Subió hasta la segunda planta y avanzó por un pasillo flanqueado por hileras de puertas cerradas. Se detuvo ante la marcada con el número 211, la abrió ligeramente y miró al interior. Tras una mascarilla verde, un hombre dormía sobre la cama más próxima a la ventana. La televisión estaba encendida, sin voz, y la otra cama vacía y con las sábanas dobladas sobre el colchón.[…]»

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“Viaje de ida y vuelta”, de György Konrád [Alianza]

Estábamos sentados en un banco dentro de un vagón de transporte de ganado detenido en las vías del tren en febrero de 1945. No conseguía separarme de la puerta abierta, que dejaba entrar el viento cortante de la llanura nevada. Quería volver a casa para no seguir siendo un invitado en Budapest; de ahí este viaje de una semana de regreso a Berettyoujfalu, de donde se habían llevado a nuestros padres y de donde logramos escapar en la víspera de la deportación. Si hubiéramos tardado un día mas, habríamos acabado en Auschwitz. Mi hermana de catorce anos a lo mejor habría sobrevivido. Yo tenia once anos; a mis compañeros de clase el doctor Mengele los mando a todos a la cámara de gas.

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“Queridas mías”, de Clarice Lispector [Siruela]

RÍO DE JANEIRO
17 de mayo de 1940
Querida Elizinha:
Hemos recibido por fin tu carta hoy viernes. «Por fin» porque siento tanto tu falta en casa que el martes ya estaba esperando el correo. Al irte tú, la casa quedó muy vacía y yo muy sola. Sólo espero que todo esto se compense con que puedas aprovechar al máximo tu estancia ahí.

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‘La mujer de Andros’, de Thorntor Wilder [451 Editores]

«SIMON SE DERPERTÓ POCO ANTES DEL ALBA, ALARMADO por el sonido de unos gritos agudos y de un ajetreo inusual en el patio. Al acercarse descubrió que una anciana vociferante había franqueado la entrada y varios de sus esclavos trataban en vano de acallarla y de echarla de la casa. Reconoció a Misis. Con un gesto indicó a sus hombres que la soltaran.[…]»

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