“Ferrari”, de Michael Mann

JOSÉ LUIS MUÑOZ

Es el norteamericano Michael Mann (Chicago, 1943) a sus 81 años uno de esos directores solventes que ha buceado en casi todos los géneros y nos ha ofrecido buenas películas (El último mohicano, Alí, Collateral, Miami Vice, Heat). No es Ferrari, su última película, un biopic del fundador del imperio automovilístico italiano ya que se centra en un determinado período de su vida, cuando su agitada vida sentimental (mantiene dos familias sin que su esposa oficial lo sepa) se entrecruza con un momento delicado de su actividad empresarial y tiene que ganar a toda costa la carrera de la Mille Miglia que atraviesa toda Italia, pero no destaca el film por ser su mejor trabajo ya que parece rodada con una frialdad absoluta que no está reñida con el buen oficio que se le supone y tiene.

Ilustra Michael Mann en esta coproducción entre Estados Unidos, Reino Unido, Italia y China, el día a día de las carreras automovilísticas y de los corredores de coches que ponen en riesgo sus vidas para conseguir sus retos (quizá sobren algunos minutos de adiestramiento) e indaga en la vida personal del excorredor y empresario Enzo Ferrari (Adam Driver), sus problemas económicos y la tormentosa relación con su esposa y socia Laura (Penélope Cruz) a la que quiso en su momento hasta que se cruzó en su camino Lina Lardi (Shailene Woodley), con la que convive y le da su único heredero ya que el hijo que tuvo con su esposa oficial murió por enfermedad y esa desgracia los cónyuges se la reprochan mutuamente.

Tiene la película secuencias espectaculares (el dantesco accidente extraordinariamente bien filmado que cuesta la vida a un buen número de espectadores que salen de sus casas a ver la carrera), pero le falta corazón en sus poco más de dos horas de proyección, quizá porque pese a las buenas interpretaciones que los actores hacen de sus papeles (especialmente Penélope Cruz como esposa amargada y vengativa por malquerida) en ningún momento el espectador conecta con sus dramas personales, se mantiene ajeno a ellos por la falta de carisma de sus personajes.

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