Cosas transparentes

Por Ricardo Martínez.

Cosas transparentes. Vladimir Nabokov. Anagrama, Barcelona, 2012.

Aquí, en este texto breve y subyugante, preciso y ubicuo. lo transparente está presente pero a modo de velo, esto es, todo se muestra de una manera detallada, casi brillante, pero bajo el tejido de palabras que el mago Nabokov ha querido urdir como un ejercicio de pura literatura. De ahí que, en ocasiones, el texto pudiera resultar un poco frío –tal vez demasiado enigmático, como el magnífico capítulo 24- para el lector apresurado, más, a la vez, he aquí que en este concentrado texto está todo: no solo el objeto, con descripciones cristalinas (“había una especie de ritmo de fondo formado por las voces de los transeúntes, el tintineo de la loza, el rumor del viento de la montaña en la masa venerable del castaño de la esquina”) sino que también está presente el sujeto.

Un sujeto a veces definido y a veces sugerido, siempre prendido en un sentimiento de amor –carnal o no-, siempre al acecho de su propio interior, ya sea a través de la observación de lo cotidiano o por causa de las tentaciones del sueño: “Hugh, que era un bobalicón sentimental y, en cierto modo, una persona no demasiado buena (las buenas están por encima de eso, y él no era más que una persona bastante amable), lamentaba que ninguna música acompañara la escena, que ningún violinista rumano se inclinara hacia sus corazones entrelazados por un monograma”

Da la impresión de que este gran autor que ha sido Nabokov, padre en buena medida de la mejor novela europea, ha querido dejar constancia de fidelidad y homenaje hacia algo que aprecia como un don vivificante: la literatura. De ahí que hasta la alusión al título de un libro resulte materia suficiente de canto, de elogio, de demorada atención: “el título que brillaba a través del libro como una marca al agua, el título que nacía con el libro, el título al que el autor se había acostumbrado tanto durante los años en que acumulaba las páginas escritas, que había llegado a formar parte de todas y cada una de ellas”

 Con libros así el buen lector, sin duda, está de suerte.

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