El tesoro de Herr Isakowitz

Por Ricardo Martínez Llorca

El tesoro de Herr Isakowitz

Danny Wattin

Traducción de René Vázquez Díaz

Lumen

Barcelona, 2016

250 páginas

 

La demostración más empírica de que existe una realidad es que cada uno de nuestros actos tiene unas consecuencias. Por lo demás, la realidad puede ponerse en cuestión de mil maneras, desde la caverna de Platón hasta el realismo mágico de Juan Rulfo. Si es que Comala es una creación que pueda integrarse en el realismo mágico. Pero esto es lo que atañe a cada individuo y su entorno inmediato. Porque nadie puede negar los hechos más atroces de la historia, como las extinciones de etnias en América durante los siglos de colonización, la masacre del Congo Belga o los pogromos. Y de los pogromos y sus consecuencias trata esta novela que aporta sus dudas de que exista una realidad absoluta a base de mantener activo el sentido del humor.tesoro herr

El tesoro de Herr Isakowitz se mueve en dos planos paralelos. Por una parte, esa resistencia numantina frente al horror que es la sonrisa, y por otra la historia del pueblo judío en el siglo XX, marcada, a sangre y fuego, por la Segunda Guerra Mundial y los intentos de naturalizar Israel como nación o, para ser más exactos, como estado. La primera de las líneas del tiempo nos conduce por una novela itinerante en la que Danny Wattin (1973) se tranquiliza para manejar a tres personajes que reflejan tres generaciones de judíos suecos de origen polaco. El más anciano es un superviviente de la guerra obsesionado por el antisemitismo de los polacos, pues hacia Polonia se dirigen para encontrar el supuesto tesoro de un antepasado, una herencia que debería sacarles de los apuros. El más joven es un niño que apenas asiste a los diálogos absurdos entre el padre y el abuelo mientras mastica chicle. Wattin, que da la impresión por momentos de resistirse a crear una novela humorística, tiene siempre presente el reflejo de los diferentes miedos de cada generación y de cada edad. Esta novela no solo itinera en el espacio, también en el proceso de maduración y envejecimiento. Cada edad tiene sus propios cadáveres enterrados en el jardín.

Sin embargo los tres protagonistas se reconocen como seguidores de una religión a la que respetan con bastante laxitud en sus hábitos. Para ellos los rituales religiosos son automatismos, por lo que prefieren inventar los propios. Así pues, cuando asistimos a la segunda línea narrativa, la que nos relata la historia del pueblo judío en el siglo XX, Wattin plantea cuáles son los principios que nos dan identidad, cuál es el peso de las raíces y qué éxodo pesa más en la balanza personal: si el de pertenecer a un pueblo que los ha sufrido, o ese individual que retrata el principal tema de esta novela, que es la dificultad de hacerse entender y por tanto de encontrar nuestro sitio.

«Antes de que esta historia se pierda en descripciones demasiado detalladas, es preciso revelar lo que mi abuelo le contó a sus hijos: que su padre, Hermann Isakowitz, antes de desaparecer, enterró junto a un árbol de su patio lo más valioso que poseía

En El tesoro de Herr Isakowitz Danny Wattin nos cuenta el viaje real que emprendió junto a su padre, un anciano gruñón, y su hijo de nueve años, Leo, en busca de un objeto misterioso. Los tres tuvieron que atravesar media Europa, desde Suecia hasta el pequeño pueblo polaco de Kwidzyn, con la esperanza de encontrar la caja que el abuelo del escritor había enterrado justo antes de ser deportado y convertirse en una víctima del Holocausto.

Lo que empezó como una aventura cargada de humor en un coche destartalado, se convierte en una ocasión para el recuerdo: vuelven los fantasmas de la familia Isakowitz, que sobrevivió al horror de la Segunda Guerra Mundial, y lo hacen a través de las divertidas y disparatadas conversaciones que mantienen los dos hombres y el niño, convertido en testigo inocente de los conflictos de los adultos. Durante el viaje saldrán a la superficie secretos bien guardados, palabras nunca dichas, y con ellas Danny Wattin construye una historia hermosa y tierna sobre algo tan trágico como el Holocausto.

Si La vida es bella nos emocionó en la pantalla, El tesoro de Herr Isakowitz nos va a acompañar con el sabor de sus páginas.

Reseña:
«El tesoro de Herr Isakowitz es una fábula divertida, maravillosa y al mismo tiempo desgarradora. Nos habla de los límites y la brutalidad que pueden alcanzar los actos humanos. Este libro es una invitación a no olvidar.»
Jonas Jonasson, autor de El abuelo que saltó por la ventana y se largó

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