"La vegetariana"

‘La vegetariana’ de Han Kang

Traducción de Sunme Yoon
Rata Books
Barcelona, 2017
223

Yeonghye es una mujer aparentemente normal, joven, sin mayores virtudes o defectos. Una noche, sin ninguna actitud previa que hiciera suponer un cambio en su carácter, su marido la encuentra en la cocina tirando a la basura toda la carne almacenada en el congelador. Cuando él la increpa por lo que está haciendo, ella le dice que ha tenido un sueño y que abandonará la ingesta de carnes. Su determinación es absolutamente radical e irrevocable, pero el marido y la familia no están preparados para esta decisión ni para la transformación que comienza a gestarse en Yeonghye a partir de ese momento.La vegetariana es una novela con un fuerte componente psicológico, que cuestiona los límites culturales de la cordura, la violencia y el valor del cuerpo como un bien privado y último refugio.

Han Kang es una escritora nacida en Gwangju, Corea del Sur (1970), que brinda con La vegetariana una novela perturbadora y amarga sobre la época contemporánea.

“La intención no era hacer un catálogo de las violencias que hay en la sociedad. Me enfoqué en la sensibilidad de la protagonista y todo lo que a ella le aberraba en el ser humano, como esos encuentros sexuales forzados”, explica Han Kang. La escritora se refiere a dos momentos en los que trata un tabú poco frecuente en la literatura: la violación dentro del matrimonio. El primero muestra al marido borracho forzando a una inerte Yeonghye y, el segundo, a su cuñado violando a su hermana, bañada en lágrimas, porque no puede contener el deseo hacia otra mujer.

La primera parte, que lleva el mismo título que el libro, está contada por el marido de Yeonghye, un hombre que sólo ambiciona no pelear ni discutir con su mujer, de la que no reclama grandes entregas (“Su manera de ser sobria, sin ninguna frescura, ingenio ni elegancia, me hacía sentir cómodo.”) Pero a los cinco años de casados, ella se vuelve herbívora en forma terminante y tira la abundante carne que había en la heladera porque no puede soportar su simple visión. A partir de allí se precipita el caos: ella adelgaza sin límites y sus padres, hermanos y esposo le cuestionan esta decisión. Hay una pelea familiar estupendamente desarrollada por la narradora coreana, cuyo intenso dramatismo incluye un intento de suicidio.

En la segunda parte (“La mancha mongólica”), los conflictos crecen hasta precipitarse en los siniestros abismos del alma. Hay un desborde sexual por parte del marido de Inhye – la hermana de Yeonghye-, y los tres personajes bordean las espantosas tinieblas de la locura.

Los sueños ocupan un lugar importante en sus vidas porque son simbólicamente premonitorios de un futuro signado por la desesperación. Por otra parte, Han Kang desgrana información por cuentagotas y el procedimiento suscita el interés del lector.

La tercera y última parte (“Los árboles en llamas”) se centra en la caída de las dos hermanas en el desaliento y la absoluta soledad.

El renunciamiento de Yeonghye puede entenderse como una búsqueda de purificación en medio de una sociedad atrapada por el consumismo y la hipocresía, o también como la elección de un camino lento hacia la autodestrucción. El sentimiento de muerte sobrevuela la historia: “La cara de la muerte, que se había acercado para ponerse a su lado, le era familiar, como alguien de su propia sangre que hubiera perdido hacía tiempo y hubiera vuelto a encontrar”.

La novela –aunque no su espíritu- ostenta una clave clínica: la obsesión por el mundo vegetariano y las patologías alimentarias, así como las neurosis que sufren los personajes, sobre todo en el caso de Yeonghye.

 

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