Escritores transformando su pérdida

Por Sonia Rico.

Se ha dicho muchas veces que la escritura puede ser terapéutica y estoy de acuerdo con ello.

Cuando escribimos se hace desde un lugar desconocido al que, si uno quisiera volver cuando acaba la escritura, probablemente, no volvería a hallar el camino. Esto querrá decir algo. El caso más doloroso, bajo mi punto de vista, es el de autores-padres que escriben una novela (o ensayo) después del fallecimiento de sus hijos.

En la literatura tenemos varios ejemplos y, empecé a pensar en ello, después de leer Mortal y Rosa (1975) de Francisco Umbral.  A mediados de los setenta el autor perdió a su hijo de cinco años por causa de una leucemia. Quizás todos recordamos al Umbral que dio aquella poco afortunada contestación  en un programa de televisión pero, lo cierto, es que hizo su viaje por la vida, después de la pérdida de su hijo como un hombre herido. El libro a su hijo, Francisco, es una hermosísima carta de amor plagada de poesía.

«Si supieras, hijo, desde qué páramo te escribo, desde qué confusión de lágrimas y ropas”. Fragmento Mortal y rosa.

Otro ejemplo lo tenemos en “La hora de violeta” (2013) del escritor y periodista Sergio del Molino. En el libro, Sergio describe un año de vida de su hijo Pablo, desde que le diagnosticaron un raro tipo de leucemia hasta que fallece. Es también una conmovedora obra literaria. Aunque Sergio ha declarado que para él la escritura de la obra no fue terapéutica, sin embargo, su intención si fue transformar la “rabia en amor” y eso también es, en cierto modo, terapéutico. Pero, sobre todo, me ha parecido que es una obra de esperanza, como queda reflejado en la dedicatoria final que autor escribió:

“Este libro está dedicado a mi hijo Daniel, con el deseo y la esperanza de que su hermano no se convierta en un fantasma ni en un cuento de terror. Ojalá toda la fuerza que a Pablo no le bastó para salvar su vida le inspire a él para vivir la suya con la felicidad, la pasión y el amor que merece. Que el ejemplo de Pablo siempre le guíe y nunca le pierda”.

Podéis leer una entrevista que se le hizo a Sergio en Culturamas con motivo de la publicación de la obra:

https://www.culturamas.es/blog/2013/04/19/entrevista-a-sergio-del-molino-por-la-hora-violeta/

Tenemos también otro doloroso libro, “Paula “(1994), de Isabel Allende. En Diciembre de 1991, Paula, la hija de la autora, enfermo y entró en un estado en coma. Y, fue en el hospital, donde Isabel empezó a escribir la historia de su hija que seguía inconsciente. En este relato aparecen, cómo no, los antepasados y el realismo mágico, usual en la autora, anécdotas de juventud y secretos de familia.

Para Isabel escribirlo fue un como hacer “exorcismo de la muerte” y cuenta en su página web que ha recibido más cartas de los lectores por este libro que por ningún otro.

“¿Qué hay al otro lado de la vida? ¿Es sólo noche silenciosa y soledad? ¿Qué queda cuando no hay deseos, recuerdos ni esperanzas? ¿Qué hay en la muerte? Si pudiera permanecer inmóvil, sin hablar ni pensar, sin suplicar, llorar, recordar o esperar, si pudiera sumergirme en el silencio más completo, tal vez entonces podría oírte, hija.” Fragmento Paula

En cualquier caso, estas obras de no-ficción están escritas y encaradas con gran valentía, el motivo es obvio, ya que suponen ahondar en la herida para ir hasta el fondo de ella, y eso, es un ejercicio difícil con el que, estos autores, han logrado tallar un hermoso diamante. Quizás porque se encontraban en el laberinto del dolor y solo pretendían salir de allí pero lo cierto es que logran conmover, hacer pensar en lo absurdo de una muerte infantil y en cómo seguir adelante después de eso, cuando te quedas “huérfano de hijo”.

La literatura, como siempre, ayuda a encontrar respuestas.

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