La niña que sí era prodigio

Por Aashta Martínez.

Pocos debuts literarios resultan tan sorprendentemente gratos como el de la periodista Sabina Urraca, autora de Las niñas prodigio (Fulgencio Pimentel, 2017). Su libro es una novela, solo parcialmente autobiográfica, algo sórdida y muy valiente, repleta de surrealistas anécdotas. Un relato auténtico que profundiza en los pensamientos más oscuros de la infancia.

Este trabajo supone la primera novela publicada por la joven, conocida por sus audaces artículos para distintos medios online. Un trabajo que Urraca escribió mientras vivía aislada en una casa deshabitada en mitad de la Alpujarra, dado que en la ciudad le resultaba mucho más complicado concentrarse y, además, salía bastante más caro. Durante su periplo alpujarreño, la periodista vive situaciones tan surrealistas como presenciar un parto en casa de unos desconocidos o verse denunciada por comer placenta humana.

En su ópera prima, una ficción tan políticamente incorrecta como necesaria, Urraca hija única y obsesionada de niña con Punky Brewster habla de la infancia y de la inseguridad vinculada a esta etapa vital. Habla de niñas normales y de niñas anormales. De niñas despojadas de prejuicios aprendidos que solo quieren vivir sus deseos. De esas chicas con un alto nivel de autoexigencia para las que nada nunca es suficiente. Habla de rarezas y convencionalismos. De pensamientos perversos y de actitudes moralistas. De multisexualidad y de amor desatado. En definitiva, de lo que somos y seremos. De su vida. De la vida de cualquiera, y de la vida de nadie.

Es un libro enigmático e irreverente, de esos que enganchan y no quieres parar de leer hasta que lo terminas. Es divertido, sincero y visceral, como su autora. Urraca es una periodista talentosa, que huye del postureo y que, para colmo, tiene un autoficcional perfil de Facebook que crea adicción. No dejen de seguirle la pista.

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