‘El misterio de Chalk HIll’, de Susanne Goga

IRENE MUÑOZ.

Lo primero y más importante es una recomendación: no empiece leyendo el epílogo, El misterio de Chalk Hill esconde un misterio, si no el título ya nos estaría engañando, pero además de la intriga de la trama la autora nos regala el poder encontrar el misterio de qué otros libros han servido de inspiración para esta novela, y si además le gusta la novela victoriana, es imposible no encontrar esos guiños a obras muy conocidas y reconocidas.

Charlotte es una institutriz alemana que termina siendo contratada por sir Andrew Clayworth que tras perder a su esposa en un desafortunado accidente necesita una persona que se encargue de la educación de su hija, Emily. Hasta aquí nada raro. Pronto entenderemos que Charlotte decide dejar su Berlín porque huye de algo que le debió ocurrir con la última familia para la que estuvo trabajando y será ella misma la que a través de una carta, de recuerdos y de confesiones nos explique todo lo que la ha llevado a abandonar el abrigo y la protección familiar para afrontar nuevos retos.

Por otro lado, tampoco tardaremos mucho en saber que el fallecimiento de lady Ellen, la esposa de sir Andrew, es algo más que un simple y desgraciado accidente. Este es el misterio que sirve a Susanne Goga para desarrollar de una manera excelente una novela gótica que perfectamente podría haber sido escrita en la época victoriana a la que nos hace viajar para conocer a los personajes, los lugares y los hechos. La presentación de los hechos presentes se entremezcla con momentos del pasado, de la misma forma que desarrolla dos historias de forma paralela que se unen por medio de uno de los personajes principales, el crítico literario y de teatro Thomas Ashdown, personajes que afortunadamente se encarga de dar pinceladas de humor lo que nos ayudará a llevar la trama más tensa con algo de desahogo.

El matiz de lo paranormal, espíritus y personas que contactan con el más allá para reconfortar a los familiares de los fallecidos, parece un añadido a la historia que nada tiene que ver con la historia que transcurre en Chalk Hill; sin embargo, tampoco tardaremos mucho en entender que sí tiene relación. E insisto en que no tardamos mucho en darnos cuenta de muchas de las pinceladas de información que tienen gran peso en el desarrollo de la historia porque a la vez que esa información va exponiéndose paulatinamente, según avanza la narración, también he tenido la sensación de que la historia no avanzaba. Pero la paciencia tiene su recompensa y llega un momento en el que casi sin darme cuenta tuve toda la verdad del misterio ante mis ojos y me sentí orgullosa de haber descubierto el misterio unas páginas antes de que la autora lo desvelara. ¡Qué cándida soy! De nuevo he vuelta a caer en la tela de araña que los buenos narradores tejen para hacer creer al lector que lleva las riendas de la lectura, cuando en realidad somos simples marionetas, como si fuéramos personajes de la novela, en manos de una tejedora de historias.

No creo que proceda desvelar las obras a las que Susanne Goga recurre haciendo guiños con sus personajes, descripciones, parajes, temáticas… porque si he comenzado esta nota pidiendo al lector que no caiga en la tentación de leer el epílogo, sería de muy mala persona desvelar todos esos misterios que Chalk Hill esconde entre líneas.

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