La vida por delante en una exuberante «Espuma de los días»

Por Horacio Otheguy Riveira

Versión libre de un clásico de la literatura francesa de la segunda posguerra. En aquellos años la riqueza creativa desbordaba de imaginación un país poco antes destruido por su propio gobierno aliado de Hitler. La ocupación nazi había acabado. Entre muchos actores, novelistas, pintores, músicos y dramaturgos, Boris Vian intentó hacerlo todo, después de recibir un prematuro ultimátum: condenado a la inmovilidad por los médicos desde los 12 años, víctima de un reúma cardiaco («cuanto más se mueva, menos tiempo de vida»). Sus padres intentan por todos los medios reprimir su natural energía, pero la familia, de posición acomodada, entraron en una larga crisis de la que no se recuperaron. Con pocos medios y las hambrunas de ese tiempo tan difícil, para el joven toda actividad será poca.

Todavía no sabe bien qué es eso de vivir, pero va a por ello con deseo imperioso de serlo todo, y en todo lo que se propone logra aciertos: autor de canciones, cantante, músico de jazz, novelista de policiacos de éxito a la manera tan americana que hasta su seudónimo sonaba a Chicago. En efecto, Vernon Sullivan es quien firma cuatro títulos que se siguen editando.

Ama con entusiasmo, tiene dos hijos y logra publicar obras a contracorriente como La espuma de los días, antes de morir con 40 años, tras varias enfermedades que no le detuvieron. Los últimos meses se preparaba para trabajar como actor, y mucho antes había trabajado como ingeniero, tras licenciarse con notas muy altas.

Gran personaje poblado de historias muy intensas con brotes de peculiar humor, bien agitado su universo de surrealismo con su dosis de imaginería sublime, crítica contra el sistema que hacía de París, la ciudad del amor, un vertedero para miles de hambrientos, mientras los adinerados turistas disfrutaban de sus grandezas históricas y presentes. En ese mismo París amado y detestado también triunfó este hombre hasta el día de hoy muy admirado y al que una mujer de teatro española rinde ahora un tributo muy comprometido.

María Velasco escribe y dirige esta obra inspirada en un libro que se rinde a los tres pilares que afligieron y excitaron al escritor: amor, enfermedad, muerte. Las pasiones sexuales en la espuma del mar que todo lo maravilla con su dosis de misterio, los cuerpos desnudos que se consagran a ser ellos mismos para saber más de la existencia y de la eternidad, el dolor infinito de las enfermedades que golpean de pronto, y el acto de morir a destiempo, sin decadencia de cuerpo y alma… Humanas palpitaciones que se reflejan en un mar escénico muy lúdico, bastante desesperado y de una autenticidad que oscila entre la estructura de un vigoroso poema dramático y el realismo descarnado de algunos monólogos.

Sin una trama precisa, este espectáculo de teatro-danza circula por potentes emociones con arena y espuma, desnudos integrales, caudalosos textos e interpretaciones de notable entrega física y emocional.

Texto / dirección: Boris Vian / María Velasco 
Reparto: Miguel Ángel Altet, Fabián Augusto Bohórquez, Lola Jiménez, Natalie Pinot

Coreografía: Lola Jiménez

Diseño de iluminación: Antoine Forgeron
Diseño de Espacio: Marcos Carazo
Diseño de sonido y mezclas: Adolfo García
Diseño de vestuario: Daniel Voltta (con la colaboración de la compañía)
Audiovisuales: José Francisco Castro
Fotografía: Ilde Sandrin
Taxidermia artística: Tamara Ablameiko
Ayudante de dirección: Joaquín Abella
Asistente de dirección: Peio Lekumberri
Producción Ejecutiva: Ana Carrera

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