‘Tentáculos más largos que la noche’, Eugene Thacker

PEDRO PUJANTE.

Eugene Thacker, escritor y filósofo, vinculado ideológicamente al pesimismo cósmico, completa con Tentáculos más largos que la noche su trilogía sobre el “Horror de la filosofía” que tan acertadamente está editando Materia Oscura. El segundo tomo, Exquisito cadáver especulativo, consistía en un ensayo, también de carácter fragmentario, como el resto, que analizaba conceptos filosóficos como si fuesen obras de terror. Encuentro, por tanto, en este tercer volumen más conexiones con el primero, ya que en ambas desmenuzan obras literarias o fílmicas para explorar conceptos filosóficos.

El propósito de este libro consiste en encontrar los vínculos que tanto la filosofía (guiada por la razón) como el horror (movido por el temor y la muerte) tienen en común: la exploración los límites del mundo humano. Examina conceptos como la muerte y nuestra relación con ella, mediante el análisis de obras de ficción de Lovecraft, Dante, Ligotti o Romero, y de otras fuentes teóricas como el estudio sobre lo fantástico de Todorov, Kant o Bataille. Defiende Thacker una lectura literal de las obras de horror, ya que es “la literalidad del horror lo que lo hace ser horror”, porque la literalidad fuerza el lenguaje y el pensamiento a detenerse y tratar de nombrar lo indefinido, lo que no puede ser aprehendido. ¿No es acaso ese el cometido, no sé si deliberado o no, de la literatura fantástica, que transforma lo alegórico y lo figurado en materia y hecho?

La obra hace de algún modo honor a su título, porque Thacker parece ir conectando asuntos de un modo tentacular, pasando desde el Infierno de Dante a los muertos de Romero sin solución de continuidad, infiriendo al libro una composición orgánica, fluida y amena. De los infiernos de Dante (ciudades de muertos), poblados de seres retorciéndose de dolor se aproxima al concepto de cuerpo y lo usa como metáfora del Estado, de la Iglesia. Por supuesto esta idea ha sido explotada también con gran éxito por Romero en sus cintas sobre zombis. Películas que también sirven de metáfora de nuestras sociedades lobotomizadas y habitadas por seres marginales que vagan sin identidad ni voz. A este juego de alegorías le presta atención Thacker, pues en él encuentra un espacio idóneo para explorar asuntos plenamente humanos. No obstante, las ficciones de horror acuden tanto a lo sobrenatural como al horror sin fantasmas (serial killer o torture porn), y en el intersticio de ambas estéticas se fragua, según el autor, el horror, un género de naturaleza deslizante. Lo que vemos y lo que no se puede ver son los polos de lo horroroso, de aquello que nos perturba y nos coloca ante la incertidumbre.

El desbordamiento de lo monstruoso tiene lugar también, de forma más que evidente, en la obra de Lautréamont, quien trazó en su mórbido y célebre Maldoror un infierno repleto de bestias que desafían lo humano y lo animal. Maldoror “rompe todas las reglas de la poética”, constituyendo un hito de la literatura de horror en el que el propio libro es ejemplo de un cuerpo que sufre metamorfosis, que se retuerce y que desemboca, como diría Bachelard en una “libertad casi anárquica de espiritualización”.

El horror de la filosofía, al final, no es sino la reflexión sobre la muerte, tomar conciencia de ese espacio sutil que separa lo vivo de lo muerto. En películas como La obsesión (basada en el  famoso cuento de Poe “El entierro prematuro”) este temor a ser enterrado vivo es útil para poner de manifiesto la tumba como símbolo de transformación.

Son muchos los pequeños pecios intelectuales que este libro atesora, pero no caben en esta escueta reseña.

 Este libro, de ideas complejas, pero con una prosa y una perspicacia intelectual brillantes, resulta de gran interés. Es sorprendente cómo el autor conecta la filosofía y el pensamiento con obras populares, con la literatura pulp y con películas japonesas de terror. Kant explicado a través de Lovecraft; los infiernos de Dante o de Larry Niven, para entender nuestro estar en el mundo; y la poesía y los monstruos de Lautréamont o el pesimismo en un extraño ensayo de Thomas Ligotti para ejemplificar la filosofía del horror. Un libro múltiple, reticular, como se ve, lleno de hilos, de patas de un cefalópodo oscuro pero luminoso como un Kraken. Porque tentáculos, advierte el autor, no hay uno sino muchos.

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