William S. Burroughs y su ‘Yonqui’

ANTONIA TORRES.

“Se necesitan dos pinchazos diarios durante dos meses para volverse realmente adicto a las drogas” Eso es lo que nos dice Bill Lee, el narrador/protagonista/alter-ego de Burroughs en esta, su primera novela (autobiográfica, aunque no se sabe muy bien hasta qué punto). Nada más empezar nos metemos de cabeza en la destreza de este genio comprendido de la generación del beat que nos transporta a la vida de un hombre que no contento con vivir en la post guerra de la segunda guerra mundial, se introduce en el mundo de la morfina, para así comenzar un viaje por todas las drogas de pinchazo existentes de la época ya que las otras no son buenas, los que las toman son idiotas y no se puede volver adicto a ellas, según Bill. 

Con una forma de narrar clara y majestuosa Burroughs nos presenta a sus Yonquis, que van desde camareros hasta rateros de tres al cuarto en las líneas de tren, con los que posiblemente no te sientas identificado, pero sí fascinado. Un libro que fue cabecera del fallecido vocalista Kurt Cobain y que nos acerca a este mundo para muchos conocido solo de oídas que es la droga y sus consecuencias. 

Recomiendo a todo el mundo adentrarse en él, ver como la adicción deja a un lado hasta la locura, para convertirse en algo que (como dice el protagonista) simplemente se necesita para levantarse, desayunar y afeitarse. Un relato en el que durante 188 páginas todos somos parias de la vida necesitados de un incentivo para dar sentido a la vida.

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