REDACCIÓN.

En Las Brujas, Celso Cara presenta a un joven que relata a modo de confesión la historia de su relación con Lorena, hija de una bruja y hermana de leche, ya que fue criado por una nodriza. Con una voz discursiva que sigue sus pensamientos más íntimos, asistimos también a la relación que mantiene con su familia, madre y hermano lo desprecian por su parecido físico con el padre que los abandonó. Hechizado por Lorena, se verá condenado tanto a amarla como a aborrecerla.

La historia, pese a su orden cronológico, está construida al revés: desde un desorden inicial en el que se nos muestra un chico agobiado, atrapado en una relación enigmáticamente embrujada, vamos desenredando un hilo que nos llevará a descubrir la historia de un chico maltratado por su familia, primero, y embarcado en una relación por pura supervivencia, después.
Los motores narrativos se suceden con acierto: primero, el carácter mágico de lorena y su madre; después, el descubrimiento que el protagonista se parece a su padre; más tarde, se descubre que el chico no consigue querer a lorena; finalmente, el accidente y la muerte de la madre de lorena, y el desenlace en forma de oportunidad que se dan dos personas que no tienen a nadie más.
Excelente voz narrativa en una primera persona que relata la historia en forma de monólogo, de confesión a alguien cercano, sin que el texto aclare si se trata de una pareja o una simple amistad. Se trata de un registro muy cercano, casi oral, que con un chorreo discursivo que enlaza sin pausa anécdotas, pensamientos y situaciones de una manera siempre sugerente, reproduce el mejor estilo de Celso Castro: tierno, sincero y con un punto naïf que engancha al lector. La apuesta estilística es muy buena, como acostumbra el autor.