Monet por Corot, para los fans de ‘Call me by your name’

MARINA AMORÓS.

André Aciman ha decidido cambiar los paisajes de Claude Monet por los de Camille Corot en “Encuéntrame”, la segunda parte de “Llámame por tu nombre”. El carácter infantil, alegre, brillante y despreocupado pero misterioso de las obras de Monet madura, necesariamente, para acompañarnos durante lo que puede considerarse el desenlace, casi treinta años después, de la historia de amor que comenzaron Elio y Oliver el verano de 1983 en un pueblo del norte de Italia. 

En sintonía con los cambiados, pero ya conocidos, protagonistas de “Encuéntrame” (Elio, Oliver y también Samuel, el padre), los paisajes de Corot son más adultos, reflexivos, melancólicos y están dominados por los atardeceres y los claroscuros. Este nuevo escenario ya nos lo había anticipado el final de la primera parte. 

El paisaje de Monet parece una página sin escribir, un espacio nuevo en el que algo que todavía no ha ocurrido está a punto de vivirse. Uno de Corot está desgastado por las vivencias de las que ha sido testigo. 

En definitiva, un Corot es el recuerdo melancólico de lo que pasó (o de lo que no pasó) en un Monet. 

Todo pinta muy triste, todo suena a final, pero eso no importa cuando todavía queda esperanza o, por lo menos, eso nos intenta transmitir un personaje del libro cuando explica que “Corot siempre añade un toque de rojo al gorro del barquero en sus cuadros, como una ramita de alegría en los sombríos campos de noviembre donde nunca hay nieve”. Y yo me pregunto, ¿Es esa ramita de alegría la esperanza que se tiene en revivir el Monet al contemplar el Corot? 

En este libro, las reflexiones filosóficas sobre el amor, la vida y el tiempo, crean una coreografía con el arte para deleitarnos y recordarnos que, mientras sigamos vivos, todavía estamos a tiempo de buscar. Y, por supuesto, de encontrar. Marina Amorós Pérez 

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