‘Maual de espumas’ o el milagro de la inspiración

GASPAR JOVER.

Hay poetas mayores que tienen dispersos por el conjunto de sus libros un buen número de poemas sobresalientes, de obras de arte, y se dan también autores que, por el contrario, destacan por un libro en particular. En este segundo grupo creo que podemos incluir al autor Gerardo Diego, a uno de los poetas adscritos a la generación española del 27. Diego es un autor prolífico, es un poeta de gran aliento creativo, pero, dentro de su vasta obra lírica, destaca sobre todo el grupo de poemas englobados bajo el título de Manual de espumas. Se trata de una obra que derrocha inspiración y entusiasmo desde el comienzo, desde los primeros versos de “Primavera”, el poema de inicio, y hasta el texto titulado “Espectáculo”, que es el que ocupa el último lugar. Es una de sus primeras obras, un libro por tanto de juventud; pero, como señala la mayor parte de la crítica literaria, aunque otros libros de la misma época o de etapas posteriores manifiesten un parecido anhelo rupturista, innovador, este es el más redondo entre las obras creacionistas (vanguardistas) del poeta. Y es que el anhelo inconformista, iconoclasta no es suficiente, sino que tiene que coincidir con un momento alto en el estado de inspiración. En su etapa de madurez, cuando Gerardo Diego quiere recuperar la senda de la experimentación creacionista, los versos le salen algo más retóricos y menos intensos, ya no emocionan de la misma manera. 

Tenemos el anhelo rupturista, tenemos el alto grado de inspiración, pero también pudieron influir positivamente circunstancias externas porque, justo en las fechas en que se puso a escribir Manual de espumas, acababa de llegar de un viaje a París al que fue invitado por Vicente Huidobro, otro poeta, y en el que tuvo la oportunidad de entrevistarse con personalidades del movimiento vanguardista, con Juan Gris, con Fernand Léger, con María Blanxchard, que seguramente dejaron una huella muy viva en el, por entonces, joven amante de la poesía. Él mismo nos confiesa en una nota autobiográfica: “Manual de espumas es mi libro clásico dentro de la poética creacionista”; es decir, su libro más genuinamente vanguardista. 

No cabe duda de que Manual de espuma cumple con la mayoría de las innovaciones del vanguardismo literario: el verso libre, la ausencia de puntuación, el encadenamiento de metáforas, pero, al mismo tiempo, transmite una gran emoción y no es en absoluto literatura deshumanizada; para ser justos, hay que concluir que no se ciñe de manera escrupulosa a los requisitos que por entonces defendía la poesía experimental: “Yo lo veo todavía como mi momento Garcilaso, como algo idílico, y profunda, delicadamente humano”. Manual de espumas se puede definir tal vez como una tragedia feliz, como un lugar en el que la profunda emoción convive con el juego, en el que el autor combina paradójicamente la vitalidad y la ingenuidad con que parece descubrir el mundo con un fondo desengañado y amargo. 

El procedimiento a seguir en la composición de los poemas vanguardistas ya en su etapa madura quiere ser el mismo que en el Manual, pero el creador ya no posee la misma ingenuidad en la mirada ni la misma tensión poética. Son poemas más serios, el componente del juego ha perdido importancia. Los poemas de Manual parecen fluir sin que al poeta le cuesten esfuerzo, mientras que los versos de Poemas adrede o Biografía incompleta, los títulos de su segundo momento vanguardista, dan la impresión de todo lo contrario. El impulso juvenil se resiente con el paso del tiempo; a la fuerza tiene que disminuir, por ejemplo, la confianza ingenua en los adelantos tecnológicos propia del ismo futurista que se dio en los primeros años del siglo XX y que también aparece en algún texto de Manual de espumas

No me resisto a copiar los primeros versos de ese poema inicial, de “Primavera”, para poner un ejemplo de lo que acabo de decir; también por si algún aficionado a la poesía todavía no ha tenido la suerte de dar con el Manual:

PRIMAVERA

Ayer

Los días niños cantan en mi ventana

Las casas son todas de papel

Y van y vienen las golondrinas

doblando y desdoblando esquinas

Violadores de rosas

Gozadores perpetuos del marfil de las cosas

Ya tenéis aquí el nido

que en la más bella grúa se os ha construido (…).

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