‘El Giro de Italia’, de Dino Buzzati

El Giro de Italia

Dino Buzzati

Traducción de David Paradela

Gallo Nero

Madrid, 2020

185 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

“Las criaturas humildes y buenas se agolparán una vez más al borde de la carretera y se olvidarán gracias a ti de privaciones y miserias”, escribe Dino Buzzati (Belluno, 1906 – Milano, 1972) al final de esta obra, en la que el ciclismo pasa a ser propiedad del pueblo, de la gente, del espectador, en un ejercicio literario que nos recuerda a Eduardo Galeano elogiando el fútbol. Lo que debería ser mitológico, pasa a ser nuestras leyendas; los Hércules son personas de carne y hueso, y a nosotros nos pertenece su esfuerzo, su afán, su entrega. Desearíamos ser como ellos, pero la genética no nos dio tregua, y ahora es en ellos en quienes confiamos para que eleven ese deseo a una forma de épica en la que participamos. Porque uno es dueño de los sueños cuando la realidad resulta ser tan esquiva y tan abrumadora. Sí, los sueños a los que nos entregamos para seguir con ánimo de mantenernos vivos más allá de la necesidad animal de seguir respirando. Y Coppi o Bartali serán leña que echamos al fuego de los sueños, serán héroes, serán valentía. De esta manera, aunque sea en forma de anhelo, nos entregan unas dosis de una felicidad que no es perfecta, pero es dulcísima.

Buzzati asiste a todas las etapas del Giro de Italia en estado de alerta: los sentidos no sólo reseñan, sino que también participan. Está atento y se deja llevar por una emoción sencilla, la euforia, que le recuerda a la felicidad. El Giro pasa a ser un ser vivo en la literatura de Buzzati, que hasta en este tipo de textos, en apariencia menos creativos, no deja de sorprendernos con un animismo inquietante. Tal vez no se trate de la literatura de más vuelos del autor, pero un cincuenta por ciento de Buzzati es mucho más que el cien por cien de la mayoría de los escritores. La vida que leemos a través de este Giro, es de una pureza que nos devuelve la melancolía por un pasado mundial, sin redes sociales, sin Tinder, sin Netflix, sin Amazon. La épica pasa a tener unas dimensiones muy humanas, como si fuera necesario reducirla en lugar de extenderla, y la intensidad se asemeja a la de La Odisea. Y mientras los deportistas son piel sobre la que va creciendo el sudor, Buzzati nos muestra una Italia en la que se refleja la belleza de las provincias, se elogia lo concreto, que es lo nuestro, el día a día, del que no necesita rescatarnos este Giro, que sí, que ayuda, porque fomenta los sueños:

“La Italia de las majestuosas ruinas rebosantes de historia, la Italia de los robles y los cipreses, de las inmensas villas asentadas sobre los declives como emperatrices cansadas, la Italia de las paredes gibosas cargadas de escudos de armas, de los coches de línea destartalados que, renqueantes, se precipitan vertiginosamente valle abajo, la Italia de las iglesias antiquísimas, de las minúsculas casetas ferroviarias, de las muchachas encintas, bajo el sol del mediodía, de las vírgenes encastradas en las esquinas de las casas con las lamparillas permanentemente encendidas, la Italia de los pajares y de los bueyes patriarcales de largos cuernos, de los jóvenes frailes barbados que pasan en bicicleta, de las peñas demasiado pintorescas para ser un mero producto de la naturaleza, de los puentes milenarios capaces aún de soportar sobre su espalda el peso de los remolques, la Italia de las casas de comidas y los acordeones, de los grandiosos palacios nobiliarios convertidos en heniles y cuadras, de loso dóciles montes con cipreses hasta en la cima”.

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