‘Los años de la espiral’, de Jon Lee Anderson

Los años de la espiral

Jon Lee Anderson

Traducción de Daniel Saldaña París

Sexto Piso

Madrid, 2021

707 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

 

Jon Lee Anderson (California, 1957) escribe como una forma de lealtad: lealtad a un oficio que adora, el de corresponsal, lealtad a una práctica en la que nada con facilidad, la de la escritura, lealtad a una tierra con la que se compromete hasta las cachas, América Latina. Esa lealtad tiene mucho que ver con el enamoramiento por la literatura, que bebe de la primera fuente literaria, que es la de observar qué sucede a nuestro alrededor y mostrarse tan limitado a la hora de entenderlo, que uno debe trazar en el aire miles de palabras, miles de conceptos, tratando de poner orden. El universo es caos, como sucede con cualquier organismo vivo. El universo está en perpetua construcción, es la ruta y no el destino, es La Odisea y no Ítaca. Esta recopilación de crónicas, perfiles e instantes, Los años de la espiral, que nos trae Sexto Piso, recoge una visión del universo de América Latina entre los años 2010 y 2020, dejándonos una sorprendente impresión de estar asistiendo a la lectura de la historia reciente, sí, pero como si estuviera caduca y al tiempo nos afectara como nos afectan las memorias emocionales. La escritura es impecable, atractiva y limpia, y la exposición consigue sugerir y no imponer, como se corresponde a un observador que hace todo lo posible por ocultar sus prejuicios o, para ser más exactos, por no tenerlos. Si bien, sobrevuela a lo largo de los textos una impresión de estar asistiendo a un periodo de la historia en el que podemos leer entre líneas nuevas formas de colonialismo, las que no se exponen, las que no pertenecen a naturalezas abiertas, las que son más virus que ley de la selva.

La década por la que viajamos está impregnada del chavismo y sus consecuencias, de la revuelta en Cuba a cuenta de la desaparición de Fidel Castro y de la nueva política de Obama, del proceso de paz en Colombia o las consecuencias de las catástrofes en Haití. Pero Anderson sabe que no se puede analizar una década como si fuera un paréntesis: todo remite a un pasado que afecta al sustrato de los países, como el peronismo en Argentina o el PRI en México, a un carácter en el que han convivido siempre los poderosos y las tomas de poder con las revoluciones y la canción protesta. La documentación que maneja Anderson está bien digerida, hasta el punto de no exponerla, pues intenta ser más un testigo directo y empaparse de los protagonistas. ¿Quiénes son los protagonistas? Políticos, militares, escritores, gente que ocupa líneas en los titulares de prensa, gente con la que conversa en extenso, personas sobre las que va escribiendo perfiles que afectan a los demás, a los actores secundarios, al pueblo, al que se acerca de vez en cuando en los que quizá sean sus párrafos más humanos, donde la humanidad se desborda. Conocemos a los poderosos, a los malos, sin renunciar a la posibilidad de que hayan producido algún bien, sí, a pesar de que uno sea loco y otro sanguinario. Hay menciones geopolíticas y de políticas sociales, y de tendencias o tiranías económicas, pero hay, por encima de todo, intención de acercarse a los fracasos humanos, a los humanos que conviven con el fracaso, en diferentes grados.

Ateniéndonos al contenido histórico político, el libro empieza donde triunfan, a la par, el chavismo y las proximidades del chavismo desde la izquierda -Evo Morales, Lula da Silva, Bachelet, Mújica- y el neoliberalismo que viene desde los Chicago Boys y su intervención en Chile, y recorre esa etapa de regímenes de izquierda que ha dado su fin, en un afán de péndulo, con personajes que en la literatura de Anderson no reciben adjetivos, aunque son casi una burla, pero que se toma muy en serio: Donald Trump, Jair Bolsonaro, Jeanine Añez… Si bien todo está mirado a través de un filtro de decadencia. Apenas cabe la ilusión de vivir cuando se arrima a algún escritor como Leonardo Padura o a algún viejo miembro de las FARC ahora dispuesto a integrarse en una rebelión más jacobina.

Todos estos son los años de la espiral, en la metáfora que maneja Anderson, una curva que se interrumpe con Trump y sus acólitos, con una nueva política que segrega naciones y pueblos, es racista y fomenta el patriotismo de bandera en la frente. Mientras tanto, de aquellos tiempos queda Maduro y Daniel Ortega, que representa mejor que nadie la afectación de la egolatría y la tentación del despotismo. De todo esto -y mucho más, mucho más humano- nos habla, paso a paso, eso sí, este periodista comprometido y leal, maestro de la crónica y del reportaje.

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