‘La sombra del ciprés es alargada’ y el amor líquido

LAURA REPETO PASTRANA.

Hará como alrededor de cuatro años, mi hermana me regaló por el Día de Reyes un libro electrónico. Yo, que «ni de aguja ni de dedal entendía», lo guardé en un cajón mientras seguía leyendo en papel.  Pero el tiempo libre que nos dejó esta pasada cuarentena dio para mucho y a mi habitación le tocaba urgentemente un cambio. Fue entonces, cuando me puse manos a la obra, que me reencontré con mi e-book. Así que esta vez decidí darle una oportunidad.

Vale, esto del libro electrónico queda ya bastante obsoleto, pero siempre fui del team papel y me costó mucho bajarme de ahí, hasta que lo hice. Qué increíble es la tecnología: poder guardar cientos de historias en un espacio tan pequeño siempre me parecerá fascinante.

Y bien. La sombra del ciprés es alargada, de Miguel Delibes, fue finalmente el elegido para estrenarlo. Desde que lo terminé de leer, aún sigo preguntándome por qué tardé tanto en hacerlo.

Su protagonista es Pedro, un niño huérfano cuyo tío es el encargado de internarlo en casa del señor Lesmes, un profesor que poco a poco se convertirá en el principal influjo en la vida del joven y la marcará para siempre.

Desde el principio, don Mateo Lesmes se dibujó en mi cabeza como una de esas personas que aparentan más edad de la que tienen y se les nota en el rostro el paso del tiempo (como les ocurre a esos muebles de mala calidad, que por más que los limpies jamás parecerán nuevos); un viejo maestro que lleva durante tantos años apoltronado en su rutina, que olvida que existe un mundo más allá de su mohosa vida.

Como un hombre resentido con las circunstancias que le han tocado vivir, el señor Lesmes le inculca a Pedro la «teoría del desasimiento»: evitar todo tipo de relación o vínculo con las personas para lograr ser feliz. ¿No suena esto muy milenial?

El sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman ya definió la «teoría del desasimiento» como «relaciones líquidas» o «amor líquido», es decir, relaciones que se caracterizan por su fragilidad y por su tendencia a la fugacidad y a la falta de compromiso. Algo así como las relaciones que hoy en día establece la gente joven. Si es que Delibes fue un visionario…

Pero ¿qué sucede con este tipo de relaciones?, ¿qué tiene esto que ver con Pedro? Si bien es cierto que actualmente no existe entre la gran mayoría de los jóvenes una buena educación sexual-afectiva, al protagonista de La sombra del ciprés es alargada le pasa exactamente lo mismo: yendo y viniendo de los sitios sin echar raíces en ninguna parte, sin crear conexiones por miedo a sufrir. Qué triste, una vida sin amor es una vida miserable y sin sentido, como la suya.

Si no te enamoras, no sufres, pero tampoco conocerás todas las cosas buenas que eso trae. El amor es magia, y aunque al principio Pedro se resiste, finalmente se deja vencer por él. ¿Cómo acaba esta historia? Para algunos el final será previsible, pero a Pedro le enseñó una cosa que creía imposible: «Me convencí entonces de que los sentimientos no pueden cortarse de un solo golpe como creía, sino que su apaciguamiento requiere un lapso de suave transición», cita el autor.

Podría seguir escribiendo y reseñando el libro punto por punto, pero honestamente creo que lo mejor es sentarse a leerlo y disfrutar de él tanto como lo hice yo. Así, con este fragmento —sin duda uno de mis favoritos— despido la reseña: «Acto seguido don Felipe se puso a contar la maravillosa perspectiva de la villa oteada desde Cuatro Postes. Don Mateo le advirtió que cuando había que ver la ciudad desde este lugar era en invierno, con nieve y luz de luna. (Al hacer el señor Lesmes esta indicación observé que las vistas jamás tienen la fortuna de encontrar nuestras cosas bellas en su fase de mayor belleza y plenitud. Siempre fatalmente, por pitos o por flautas, hay algo que las desluce, que las achica, que les falta, que les merma sus cualidades sobresalientes y únicas».

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