‘Volverás a la Antártida’, de Paco Gómez e Hilo Moreno

Volverás a la Antártida

Paco Gómez e Hilo Moreno

Fracaso Books

 

Por Mario Amadas

Una vez, en medio de nuestro día a día acelerado en la ciudad –y sin salir de casa– viajé a la Antártida. Eso mismo podría decir Paco Gómez, que, gracias a la colaboración de Hilo Moreno, consiguió ir, no a Región, como el viajero de la novela de Juan Benet, sino a la lejana y muy real Antártida. Este libro es la constatación de que toda distancia se puede salvar, de que la tecnología, bien entendida, puede ser liberadora y una extensión de nuestra mirada curiosa y reverente.

Volverás a la Antártida es, ante todo, una historia de amistad como Derzu Uzala. (O así lo he querido ver yo). Paco Gómez empieza el libro reconociendo que nunca irá a la Antártida. Que ya sabe que no. Pero pronto cae en la cuenta que Hilo Moreno, amigo suyo (después de un único encuentro en Madrid), trabaja como guía de montaña en la Base Antártica Juan Carlos I. Y en esa ocurrencia está la semilla de este libro que, con toda generosidad y modestia, se presenta como coescrito por la cantidad de Whatsapps que Hilo Moreno le fue enviando, y por su constante colaboración, sus contribuciones fotográficas y sus explicaciones del día a día en la Base. Pero el libro, la idea y la intención (y esto no lo dice el autor), es de Paco Gómez.

Gómez se puso en contacto con Hilo, empezó a pedirle fotos, que le describiera lo que veía, o que vivía, para sumergirse en la Antártida a través de la tecnología y a través de la imaginación espoleada por el testimonio de su amigo. Es un ejemplo de lo bien que puede ir, de lo útil que puede ser la tecnología, si se usa bien, y es también ejemplo de cómo la mente puede percibir una realidad que le es ajena, en una aventura virtual pero no por eso menos vívida, como son los espacios abiertos de la Antártida. Gómez, como digo, le va pidiendo a Hilo, por Whatsapp, que haga fotos de esto, de aquello, de alguien en escorzo, de alguien imitando la conocida pose de Mazinger Z, etcétera, y así va satisfaciendo sus impulsos de viajero retenido en tierra. A cambio, y este gesto de complicidad me encantó, Paco Gómez viaja a Altea, lugar de veraneo de Hilo, para traerle a la Antártida un pedacito de su infancia, de sus veranos en la costa alicantina. Así, intercambian ilusiones, y por un segundo, el que está en Altea viaja hasta la Antártida, y el que está en la Antártida, por arte de tecnología e imaginación, de amistad y cariño, vuelve a la Altea de las vacaciones de su infancia.

También es un recorrido por la historia de la fotografía y por las expediciones antárticas. Gómez a veces le envía fotos clásicas, reconocidas imágenes históricas, para que las imite en la Antártida con sus compañeros. Es uno de los muchos gestos constructivos, relacionales, del libro. Y uno de los más bonitos. No sólo por saber ver esas fotos, recrearlas y, por tanto, crearlas, sino por saber ver la Antártida desde el asfalto de Madrid, por concebir una imagen y parirla entre dos.

Que estamos ante un libro polifónico está claro por el carácter bipartito que tiene: sin la colaboración no se entiende, no existe. Tiene, además, dos centros: la Antártida y Madrid. La comunicación y la mutua fascinación son los motores del libro. También el echar de menos frente a esa soledad que, en palabras de Gómez, “potenciaba la apisonadora imparable de la memoria”.

Y si, como dice Antonio Machado en el Juan de Mairena, “lo poético es ver”, Volverás a la Antártida se lee como un alarde de poesía en el que Paco Gómez supo ver que las ganas de ir le llevaron a conocer, y a Hilo Moreno, me gusta verlo así, que la voluntad de ver le llevó a volver, por un segundo, a las caliente playas de Altea. Con su capacidad para ver, suplantaron sus realidades inmediatas, sus vastos entornos, y pudieron volar. Supieron ver lo que no estaba inmediatamente ahí, pero estaba. Como los poetas. Paco Gómez describe así, con esta modestia, el proceso de co-creación del libro: “Mi única misión parece ser que interprete visualmente las cosas que me envía y convertirme en un simple cronista antártico”.

Cómo le cede espacio y protagonismo a su amigo (como John Wayne a James Stewart en El hombre que mató a Liberty Balance). O como la amistad que nace entre León Siminiani y el Flako en Apuntes para una película de atracos. Los amigos han conseguido estar en dos sitios a la vez, ser dos cosas opuestas. Algo así como el gato de Schrödinger de la amistad. Una lectura impresionante por lo que tiene de ejemplo. Ejemplo de amistad, de tenacidad y de lo que es capaz de hacer la mente imaginando en colaboración.

 

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