‘Cuatro cuartetos’, de T.S.Eliot

RICARDO MARTÍNEZ.

Mientras el lector tenga la oportunidad de volver a leer (esto es, a a decir en voz alta –o baja- y pensar y degustar significados como los encerrados en los versos: “Quédate inmóvil, dije a mi alma,/ Y espera sin esperanza”) la vida merecerá la pena seguir disfrutándola y la imaginación se alegrará de poder seguir viajando por su paisaje de nubes.

Eliot, en verdad, en este libro, nos ha acercado un poco más al secreto entrañable de la poesía, donde  todo es real y soñado a la vez, donde el hombre sí tiene un lugar en el paisaje de la realidad, donde el tiempo muestra sus dones desiguales y en ello da cabida a la sombra y la luz, la alegría y la ingrávida tristeza que supone el aliarse a la vida, el vivir.

“Quédate inmóvil, dije a mi alma,/ Y espera sin esperanza./ Porque la esperanza sería esperanza/ en lo que no debe esperarse;/ Espera sin amor/ Porque el amor sería amor/ A lo que no se debe amar./ Sin embargo, queda la fe./ Pero la fe, el amor y la esperanza/ radican en la espera”. El destinatario ha de ser, necesariamente, el hombre: el que ama, el que vive íntimamente la realidad que le afecta y circunda, el que espera. “Espera sin el pensamiento/ Aún no estás dispuesta para él./ Así, las tinieblas serán la luz/ Y la inmovilidad será la danza./ Susurro de corrientes y relámpagos invernales./ El tomillo silvestre no visto y la fresa silvestre,/ La risa en el jardín, eco del éxtasis” Hay una comunión permanente con el paisaje, la realidad circundante como argumento de vivificación, como destino sensible del que lee y piensa.

José Emilio Pacheco, un traductor excelente –tal como poeta él mismo- nos hace llegar un texto imperecedero de comprensión del hombre crítico, del hombre nuevo, y el libro, a un tiempo, se enriquece con algunos apartados que aumentan su valor para todo aquel que se acerque al elegido mensaje: son éstos el apartado Notas, extensamente alusivo a cada uno de los cuartetos, y una Cronología que sirven para orientar

de una forma muy fructífera la lectura que se nos propone; donde el lector-recreador se siente en todo momento seguro en una tierra firme donde le es dado habitar-interpretar un paisaje que no solo le alude y conmueve, sino que le confirma, de algún modo, en su identidad, en su significativa soledad. La Bibliografía mínima, una preciosa biblioteca Eliot manualmente elegida.

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