‘Textos para la Historia Antigua de Egipto’, de José Miguel Serrano Delgado

RICARDO MARTÍNEZ.

Para cualquier lector atento, solamente la palabra Egipto ya ha de resultar, a buen seguro, evocadora de cultura, de curiosidad en el mejor sentido, y del sentido religioso. Temas de un interés siempre naciente para el cuidadoso lector

Aquí el profesor Serrano nos presenta una gavilla de textos que nos llevan de viaje, precisamente, por la sugerente (y, semeja a veces) siempre incipiente historia de Egipto: como si su historia cada vez estuviese por hacerse, por comprenderse en toda su profundidad y extensión, a pesar de ser precisamente historia, esto es, pasado. Pero son tantos los enigmas, las ideas, los colores, las realidades materiales a que dio lugar esa cultura que nunca nos saciamos del todo con su invitación a discernir, a conocer; incluso a soñar.

El libro “ofrece un recorrido cronológico que arranca desde los inicios del estado faraónico hasta su final a manos de los persas, griegos y romanos” Cabe decir, junto a ello, que “los más de cien textos que conforman esta antología se ofrecen en su gran mayoría por primera vez en el panorama editorial español en traducción original”, habiendo de tener en cuenta que “en los comienzos del final del Predinástico, como ‘la paleta de Narmer’ o ‘la Maza del rey’, se encuentran los primeros tanteos del sistema jeroglífico” siendo el autor de esta compilación (ahora en su 2ª ed.) uno de los mayores especialistas españoles en la traducción de estos signos gráficos, de esta literatura.

El panorama literario aquí recogido acaso vaya avalado por un rasgo distintivo añadido, además: “los egipcios estaban orgullosos de su país, de su sociedad y de su sistema de convivencia. Ellos eran los hombres por excelencia, la auténtica humanidad” Eran los favoritos de los dioses en un mundo que se entendía básicamente centrado en el valle del Nilo.

Y, al parecer, así actuaron, exigentes, en su nivel de disciplina. En ‘Juicios por faltas’, por ejemplo, se nos refiere el caso de “personas castigadas con la ablación (¿) de sus narices y orejas porque fueron negligentes con respecto a las buenas instrucciones que se les habían dado” Y, en el comentario posterior, siempre un comentario posterior al texto citado,, leemos: “A pesar de la dignidad y del carisma de la monarquía faraónica, ésta no escapó a las intrigas y conflictos internos que generaba la existencia de una familia real amplia y con activa participación en el poder y en la sucesión dinástica, así como un sistema de administración y gobierno que pivotaba sobre una élite cortesana consciente de su entidad”

Cuando la cuestión referida es un ascenso, tenemos ocasión de leer: “Faraón, mi buen señor, ha obrado para mí sus buenos designios. El faraón me ha nombrado (capitán jefe) de los Auxiliares de la Fuente. Así me escribiste. Es una excelente disposición de Re que estés ahora en el lugar de tu padre”. Y en el comentario adjunto se nos aclara: “La enseñanza de los jóvenes escribas debía de ser dura: las prácticas se multiplicaban. Se copiaban los grandes textos clásicos de la literatura, los elogios o alabanzas al oficio de escriba (…)  también se utilizaban escritos oficiales, registros, notificaciones y cartas”

Propio era, a la vez, que apareciese la transcripción de invocaciones o poemas de tono más o menos elegíaco, como en uno de los ‘Textos de las Pirámides’: “El cielo se nubla, las estrellas se oscurecen./ Las bóvedas (celestes) se estremecen; tiemblan los huesos de la tierra./ Las (estrellas) decanas dejan de moverse./ Cuando han visto que Unas ha aparecido en gloria, un espíritu poderoso,/ como un dios que vive de sus padres,/ que se nutre de sus madres” Estos Textos son el conjunto más antiguo de la literatura religiosa egipcia, grabados por primera vez en las paredes de la pirámide de Unas, último soberano de la dinastía Vª.

El libro, al fin, nos ofrece todo un ejercicio de sensibilidad descriptiva; se trata de un documento histórico que, acaso, con la lectura ahora más o menos ceremonial, nos lleve al respeto por nuestro pasado, por la identificación con la perenne preocupación del hombre de dejar testimonio de sí, tal como toda civilización pretenderá siempre hacia el futuro.

Para ser conocida, para ser respetada.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *