Vysotsky en Montenegro

Foto: Consuelo de Arco

Por Antonio Costa Gómez.

Pasé cerca del monumento a Vysotsky cuando llegué a Podgorica en un autobús desde Kosovo. Pasé cerca de él cuando después iba en un taxi hasta Visegrad en Bosnia. No creo que lo viera ninguna de las dos veces, era el amanecer e iba muerto de sueño. Y siempre lamento no haberme fijado. Pero recorrí hacia Bosnia las gargantas del Piva en Montenegro. Y a Vysotsky le gustaban, sobre todo, las montañas.

Vysotsky (Moscú, 1938) fue un ídolo de masas en el mundo soviético hasta que murió en 1980, pero fue un poeta muy intenso. Destacó su personalidad independiente y recia de escritor, poeta, actor de cine. Sus canciones sirvieron de refugio a millones de personas contra la burocracia y la maquinaria aplastante. Cuando murió en 1980 la prensa no dijo nada pero inundó Moscú un millón de personas a las que él hizo vivir y dio esperanza. Parece que lo poético en occidente era oponerse al capitalismo, y en oriente oponerse al comunismo. Se ve que ninguna de las dos realidades es muy poética. Se ve que las ideas y los sueños son mejor que las realidades.

Vysotsky hablaba siempre de las montañas, siempre regresaba a ellas. Claro, las montañas se oponen a la uniformidad y la burocracia, propician la soledad y la independencia. Decía que la mejor montaña era la que aún no se había alcanzado. Decía que para saber si un amigo era de verdad había que llevarlo a la montaña. Y también proclamaba el amor y la intimidad. Decía que su amada Marina Vlady vivía en un bosque encantado, pero él la llevaría a un castillo con flautas, y si ya estaba ocupado harían de una cabaña su palacio. Cantaba a la nostalgia más allá de la realidad: «El pico a la vista brilla intensamente / con fría luz celestial helada / ese mismo pico que no has logrado conquistar hasta ahora”.

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