‘Si te digo que lo hice’, una historia sobre el amor no sentido, no expresado y nunca vivido

LAURA ARTEAGA.

Si te digo que lo hice es el debut que nos trae Jaime de los Santos en el arte de la escritura, es una radiografía íntima y certera de una enfermedad contagiosa, hereditaria y difícil de curar como es la de no haber aprendido a ser querida y tampoco haber aprendido a querer.

Esta novela lo tiene todo: una historia femenina y feminista que se adentra en las consecuencias de la guerra civil española. Está escrita en primera persona, narra la necesidad de casi todo de una niña, Elvira, que se hace adulta con el peso de la educación castrante y en una sociedad apagada. Además de esto lo alterna con capítulos escritos en forma teatral. Es un relato magistral de la posguerra en Madrid que enlaza con el Madrid actual y contemporáneo y visto desde los ojos y la perspectiva de una mujer honesta y dura como lo es la protagonista Elvira.

Nos situamos en Madrid, Elvira tiene 80 años y tiene 5 hijas cuyos nombres curiosamente comienzan con la letra A. La forma de educarlas que ha tenido siempre ha sido de sobreprotección, demostrándoles así su cariño a la espera de que ellas se lo devuelvan. Nadie le ha enseñado a dar cariño de otra manera ni a pedirlo. Ella nunca lo tuvo de pequeña y no sabe hacerlo de otra manera.

El recuerdo más trágico que tiene Elvira es, siendo niña, cuando su padre le pidió que le esperara en la boca del metro y nunca volvió. Lo descubrieron días después vagando por los alrededores de Madrid. Tiempo después murió en el manicomio, siendo una persona distinta a la que siempre fue… él sin su mujer, no supo vivir. Su padre era la persona a la que más unida estaba. ¿Qué hará ahora sin él? Nadie, ni si quiera sus hermanos, la comprendieron nunca como lo hacía su padre.

La muerte más reciente que ha experimentado la protagonista es la de su hermano Gonzalo. Lo ha arreglado ella sola y lo ha velado toda la noche. Ahora es turno de oficiar el entierro, donde estará acompañada de todas sus hijas.

Elvira, como tantas mujeres de su generación, nunca fue educada en los sentimientos, así que cuando su hija Adela decide decirle que “ama a una mujer” ella solo sabe “huir” de la situación, como ha huido de todo lo que tiene que ver con las emociones. No hay que llorar, solo aguantar y reprimir. Así es ella. A veces consigue evadirse de sus preocupaciones y sus temores.

A lo largo de la novela se puede ver un cambio en la protagonista, que es una mujer que va aprendiendo poco a poco lo que es la vida, muchas veces a base de golpes. A medida que vamos avanzando en la lectura, vamos viendo su evolución. Aprende a dejar atrás todos esos sentimientos que le habían enseñado y aprende a quedarse solo con lo que de verdad importa: su hija Adela. El que le ayuda a abrir los ojos es su marido Claudio, ¿Dónde está el problema en que la niña quiera a otra chica? Es ahí cuando Elvira comienza a reflexionar.

La evolución de Elvira es el reflejo de la evolución de la mentalidad de la sociedad, no solo la española, sino mundial. Hace no demasiados años tener una pareja de tu mismo sexo te convertía en “invertidos, maricones, denegados…”. Vemos importantes avances en la vida de la mujer como fue la entrada de Clara Campoamor en la política y la aprobación del voto femenino en 1933.

Elvira recuerda a su abuela y la ilusión con la que hablaba de esta mujer que cambió parte de la historia femenina en nuestro país. Muchas cosas cambiarían después, se darían pasos atrás, de gigante.

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