‘Los espejos venenosos’, de Milorad Pavic

EDUARDO SUÁREZ FERNÁNDEZ-MIRANDA.

Milorad Pavic (Belgrado, 1929-2009) es autor de una obra literaria de gran originalidad. Profesor de literatura en varias universidades, especializado en la literatura serbia durante el Barroco, fue, además,  traductor de Pushkin y de Lord Byron. Pero su gran pasión fue la escritura. En 1984 apareció su novela Diccionario jázaro, un libro que renueva, no tanto la vieja forma de escribir, sino la actitud del lector, como pretendía su autor. De esta obra dijo Claudio Magris que “tiene la majestad de un catálogo antiguo, su estilo tiene la síntesis y la dulzura de los cronistas y los poetas de Oriente… Una fascinante épica de una lengua muerta sobre las cenizas de la cual ha de nacer, por fuerza, una nueva literatura”.

No es de  extrañar que Milorad Pavic se declarara admirador de Jorge Luis Borges y de Italo Calvino, con especial predilección por la original obra del gran Bruno Schultz. Como señala la crítica, la especialidad de Pavic son “los encajes de frases llenos de poesía y absurdo. Es un escritor rico, profundo, brillante y juguetón”. Su literatura oscila hacia Oriente y, sin embargo, él permanece clavado en el extremo de Occidente. El escritor servio “explora las raíces ortodoxas de Centroeuropa, su riquísima y ensoñadora fusión de culturas, hecha carne en el Cristianismo oriental”, como recuerda la escritora Beatriz Pottecher.

La editorial «Sexto Piso» reúne en Los espejos venenosos los mejores relatos de Mirolad Pavic, hasta ahora inéditos en nuestra lengua: “asombrosas narraciones en las que incluso el tiempo se bifurca, se descompone; en las que todo es el eco, el reflejo o el doble de algo; en las que siempre parece haber un misterio por resolver y donde convergen realidad y mito, pasado y futuro”.  El gran escritor serbio siempre consideró que su narrativa debería interactuar de forma directa con sus lectores, de ahí esas obras en forma de cartas del tarot o, como en el caso de Paisaje pintado con té, concebido sobre el modelo de los crucigramas. La novela propone al lector dos formas de acercarse a él: “la horizontal, que transporta a la intriga y, en definitiva, a la muerte por le vía más corta; y la vertical, que informa sobre el destino de los protagonistas en el curso del tiempo”.

Como en el resto de su obra narrativa, un mundo imaginativo y colorista, Los espejos venenosos es una incursión a un mundo occidental en contacto permanente con el Oriente, que el autor ejemplifica en los paisajes bálticos. Muchos de estos cuentos son un ejemplo “fascinante del modo en que la literatura y los sueños se entrelazan con nuestras vidas hasta devenir indistinguibles y, en ocasiones, proféticos. (…) Un festín que funciona como muestrario del universo narrativo de Pavic, de sus temas recurrentes y sus obsesiones, de su inconfundible estilo y su sentido para el humor, la tragedia, la belleza y la maravilla”.

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