‘Dientes de leche’ o aquellas infancias silenciadas

ÁNGELA ZORRILLA.

Leer a Lana Bastasic es enfrentarte a la cara menos amable de las personas. Con “Dientes de leche”, novedad de Sexto Piso, lo vuelve a conseguir. Solo necesitamos 12 cuentos, breves, hipnóticos y llenos de miseria, para comprobar que la infancia perfecta –edulcoradas y romántica- queda lejos de la realidad. 12 cuentos en los que hay un denominador común: el combate entre la inocencia – esos dientes de leche imaginarios- y la madurez que los adultos tienen tanta prisa en que llegue. Un combate en el que el ganador no siempre toma el mejor atajo. ¿O si?

Hay que aplaudir la capacidad de decir tanto con tan poco y es que son cuentos muy breves, de pocas páginas, pero aún así la autora de padres serbios desgrana perfectamente la psicología y comportamiento de cada personaje. Y es que encontraremos mucha psique, algo de acción y poco de tabús. De nuevo, al igual que sucedió en su primera novela “Atrapa la liebre”, Bastasic retrata sin concesión y sin miedo a la venganza, al conflicto, a la miseria o la perversión. Para hacerlo hace bailar a niñas sometidas a la humillación de un profesor de gimnasia, a hermanos que visitan a una tía abuela peculiar y sin poco romanticismo o a una hija con un padre deprimido y ausente que finaliza el cuento cenando sopa con su madre.

Retrata madres despiadadas, familias vulgares, compañeros imaginarios y salas de espera, casas sucias, colegios con patios grandes. Al final, en el imaginario de esos años los elementos se repiten. Y juega con esa posible empatía que podemos sentir con unos personajes llenos de oscuridad que, en el fondo, podríamos haber sido cualquiera de nosotros.

El proceso de hacerse mayor no siempre es fácil y este libro es muestra de ello. Una muestra algo terrorífica y cruda, eso es cierto. Pero también que es necesario dar un toque de atención y dejar que los personajes valientes y decididos jueguen en la línea tan delgada y desdibujada que separa el protagonista del antagonista. Porque hay decisiones, a priori despiadadas y salvajes; pero el lector puede avanzar, dejar de ser un mero espectador y, gracias a una historia bien armada, sentarse en la silla de juez. Solo si quiere. Y para eso necesita moverse, saltar, llorar o reír. Lana Bastasic ayuda con un lenguaje radical y unos relatos punzantes.

Como dice la editorial, “en estos cuentos tan despiadados, que hacen pie en el siempre conflictico universo de la vida familiar, los niños y adolescentes se enfrentan a lo oscuro y a lo espeluznante porque, en el cruel mundo que habitamos, esa es la única manera en que es posible crecer”.

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