Al sur de Tánger

AL SUR DE TÁNGER

GONZALO FERNÁNDEZ PARRILLA

La línea del horizonte

 

A principios de la década de los ochenta, Gonzalo Fernández Parrilla atraviesa por primera vez el estrecho de Gibraltar atraído por la curiosidad de conocer otro continente, otra lengua, otra religión. Desde ese viaje a Marruecos, sus impresiones han quedado registradas en estas páginas que contienen notas de viaje, artículos, reflexiones sobre el país y sus gentes, y episodios insólitos de la larga historia que comparte esta nación con España.
En Al sur de Tánger, logramos congeniar con este mundo fascinante: no solo se nos muestra la magnificencia del desierto,
los azules de Chauen, el rojo terroso de Marrakech, la medina de Fez, sus zocos y bazares, y la gran mezquita Hasán II de Casablanca. Gonzalo Fernández nos expone también el pasado ancestral de este país, sus costumbres, su literatura y su sociedad. Así, Marruecos se presenta sin imágenes estereotipadas superpuestas a la realidad, y se convierte en una nación floreciente que aún está por descubrirse. Una advertencia final: este no es un libro de historia, sino un libro de historias sugeridas por un viaje distinto por Marruecos.

Gonzalo Fernández Parrilla es profesor de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Autónoma de Madrid. Trabajó en la Escuela de Traductores de Toledo (Universidad de Castilla-La Mancha) y en École Supérieure Roi Fahd de Traduction de Tánger (Universidad Abdelmalek Essaadi). Ha sido profesor visitante en la Université Saint-Joseph (Beirut) y en SOAS (School of Oriental and African Studies, London University). Es director de la colección Memorias del Mediterráneo en Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. Es autor de La literatura marroquí contemporánea (2006). Sus textos son habituales en revistas como Journal of Arabic Literature, Al-Andalus/Magreb, Oriente Moderno, Middle Eastern Literatures, Anaquel de Estudios Árabes, Journal of North Africa Studies, Al-Qantara, Contemporary French and Francophone Studies, Arab Studies Journal o Interventions: International Journal of Postcolonial Studies.

FRAGMENTO DEL LIBRO
Marruecos es un espejo
Por Gonzalo Fernández Parrilla
A principios del siglo XIX, tan solo doscientos años después de la expulsión de los moriscos, Domingo Badía viajó a Marruecos, se hizo pasar por un príncipe abasí de nombre Alí Bey y escribió Viajes por Marruecos. Al inicio del libro nos traslada su primera impresión tras cruzar el Estrecho y llegar a Tánger:
La sensación que experimenta el hombre que por primera vez hace esta corta travesía no puede sino compararse con el efecto de un sueño. Al pasar en tan breve espacio de tiempo a un mundo absolutamente nuevo y sin la más remota semejanza con el que acaba de dejar, se halla realmente como transportado a otro planeta.
Añade Badía que los habitantes de ambas orillas del Estrecho son «extraños los unos de los otros», que esa «pequeña distancia de dos leguas y dos tercios» contiene «la diferencia de veinte siglos».
Casi nadie lee ya ese libro antes de viajar a Marruecos, porque se ha convertido en un destino turístico habitual. Sin embargo, la pauta de cercanía física y lejanía temporal marcada por Badía persiste. Tras su primera vivencia marroquí muchos españoles siguen manifestando el mismo extrañamiento. Y esa pequeña distancia se convierte en un viaje sideral en el túnel del tiempo.
Ahora bien, Marruecos no solo refleja el pasado, también es un espejo en el que proyectamos nuestros miedos, nuestros complejos personales y nacionales. El viaje a Marruecos es siempre iniciático, nos asoma a simas ignotas, genera reacciones imprevisibles que oscilan entre el rechazo visceral y la pasión ciega. Temores ancestrales a una alteridad histórica se funden con un desbordante anhelo de exotismo y, a menudo, con experiencias familiares de la época del Protectorado y de la Guerra Civil. Un auténtico cóctel molotov.
Con ese trasfondo, con esa historia colonial y bélica resonando todavía, el mayor reto es cómo lidiar con semejante bagaje de aprensiones y apriorismos, cómo romper las barreras mentales, cómo resituarse ante esa alteridad que nos atrae misteriosa y fatalmente al mismo tiempo. Como la Grecia de Lawrence Durrell, el embrujo de Marruecos te brinda «el descubrimiento de ti mismo».
En mis primeros viajes, además de enfrentar esos temores heredados y hereditarios, también fui yo presa del exotismo, y un rosado amanecer de septiembre vomité verde por haber bebido agua de pozo en un aduar del Rif.
En las actuales geografías imaginarias, en las guías de viaje y en las redes sociales, abunda el desierto, cada vez más, los azules de Chauen y el rojo terroso de Marrakech, la medina de Fez, sus zocos y bazares. En el avatar virtual de Marruecos descuellan asimismo la gran mezquita Hasán II de Casablanca, la recoleta Arcila y las cascadas de Ozud con sus monos. Como turistas, buscamos la confirmación de esas imágenes previas, típicas y estereotípicas, que se superponen, e incluso imponen, a la realidad.
Pero hay otros Marruecos más allá de la ruta de las kasbahs y del circuito de las ciudades imperiales que marcan la mercadotecnia del turismo y las redes. Cualquiera que se embarque en este viaje debe estar dispuesto a llevar consigo otro tipo de equipaje. Para empezar, conviene dejar en casa los tópicos de siempre y los complejos de superioridad. No cuesta tanto salirse del pellejo del turista español. Además de regatear y tomar el té (atay) con hierbabuena, se pueden hacer muchas otras cosas, como las que harías en cualquier otro país: visitar un museo o una exposición, asistir a un concierto, ir al cine o leer un libro de los que han escrito los marroquíes, que ya hay muchos traducidos.
Una advertencia: no es este un libro de Historia de Marruecos, sino un libro de historias de un viaje distinto por Marruecos.

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