‘¿Ha muerto mamá?’, de Vigdis Hjorth

¿Ha muerto mamá?

Vigdis Hjorth

Traducción de Kristi Baggethum y Asunción Lorenzo

Nórdica

Madrid, 2022

342 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

Para sanar tus días y poder entregarte a la libertad y a la imaginación (aunque en realidad la única libertad que poseen los hombres es la de la infinita imaginación) uno debe vaciar las maletas. Hay que revisar cada prenda del pasado que llevas contigo y a las inservibles lanzarlas a un contenedor. No es una tarea fácil, pues uno da por supuesto que pegado a ese calcetín que llevabas el día que te pegaron en el colegio está el cariño de tus padres a la hora de sanarte. Uno lo da por supuesto, pero tampoco termina de saber si lo ha vivido o lo ha soñado. Los sueños expresan muchos de nuestros deseos, entre ellos el de que vuelva aquel pasado que tan buenos momentos nos dio, pero no dejan de ser sueños y deseos. Nuestra verdad es otra y en ella puede contenerse algún amor contrariado. Incluso la falta total de amor entre padres e hijos, algo que no debería ocurrir jamás y que, sin embargo, ocurre.

Cuestionarse ese grado de amor es lo que hace la protagonista y narradora de esta novela, en la que Vigdis Hjorth (Oslo, 1959) retoma el tema de las relaciones familiares, que parece no pretender resolver. Somos un nido de dudas con lo más cercano, y creemos conocer nuestra verdad. Pero lo que conocemos son los argumentos de autoengaño que nos sostienen.

«Queda lo peor, pero lo más largo está hecho. Mi padre ha muerto, y yo creía que mi madre había muerto dentro de mí, ¿por qué quiero resucitarla? ¿Es eso lo que quiero? Si quería estar alegre y contenta, tenía que olvidarme de mi madre y de mi padre. Decirle a mi corazón que se tranquilizara detrás de las costillas, ¡no te retuerzas tanto, corazón! Pronto iré donde está mi verdadera madre, el bosque en el que he construido mi nido.»

Nuestra protagonista regresa al lugar donde residen su madre y su hermana, del que huyó hace muchos años y sobre el que quiso saldar cuentas a través de los cuadros que pinta. Entre su obra hay una serie sobre madre e hija que terminará por ser una maldición, una condena, pues ni la hermana ni la madre quieren perdonar las interpretaciones que provocan esas obras. El odio y el rencor serán mucho más potentes que el cariño, si es que ese cariño existió alguna vez. Esa es, posiblemente, la cuestión que la lleva a buscar desesperadamente un último encuentro con la madre. Hjorth nos lleva a una novela de situación, pues no ocurren demasiadas cosas fuera de la cabeza de la protagonista. Pero la intriga acerca de los motivos de la huida y las razones del odio, dosificadas en episodios de distintas extensiones, desde varias páginas a una frase, son suficientes como para mantener nuestra atención. Mientras aguardamos, revisamos un poco la infancia y la adolescencia. Tal vez en la etapa de madurez del hombre no seamos capaces de hacer otra cosa.

«Yo creía que estaba dibujando a mi madre, pero me dibujaba a mí misma, creía que indagaba a mi madre, pero me indagaba a mí misma, ¿no me acercaba a mi madre y al mundo de mi madre con mis lápices, sino solo al mío? Obviamente no era un pensamiento nuevo, pero de repente se volvió concreto y claustrofóbico, ¿nuca podría sentirme cercana a nadie?»

El resultado es una rebelión contra el mito del hijo pródigo. La vida es contradictoria: nada es del todo bueno ni malo del todo, pero lo que es casi seguro que se dañará, será la cordura. No se pretende matar a la madre, pero no parece que la madre muestre muchas otras opciones. En esta novela Hjorth nos muestra que la literatura no salda cuentas de nada. Al menos no para el autor o para el narrador. Pero tal vez sí para el lector, que consiga madurar un poco más las relaciones familiares, que se alejan tanto del mundo de los sueños y de los deseos.

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