Volver con 72 años «Solo para soñar». Un caso de Philip Marlowe, escrito por Lawrence Osborne
Horacio Otheguy Riveira.
Vuelve el americano Philip Marlowe de la mano firme del novelista británico Lawrence Osborne que le ha creado una historia y un paisaje para que los numerosos devotos del personaje —creado en los 50 por Raymond Chandler— puedan disfrutar de una eficaz investigación por parte de quien se sabe en la recta final de su vida profesional. Es un detective que ha pasado la frontera tan temida de los 70 años, pero sostiene la capacidad de ver más allá que los demás, y de saber separar el bien del mal, así como el deseo de comprender y resolver el encargo por el que le contratan, acaso por una razón: Solo para soñar.
El propio personaje se define a sí mismo de esta manera en la novela El Largo Adiós (1953):
Soy un investigador privado con licencia y llevo algún tiempo en este trabajo. Tengo algo de lobo solitario, no estoy casado, ya no soy un jovencito y carezco de dinero. He estado en la cárcel más de una vez y no me ocupo de casos de divorcio. Me gustan el whisky y las mujeres, el ajedrez y algunas cosas más. Los policías no me aprecian demasiado, pero hay un par con los que me llevo bien. Soy de California, nacido en Santa Rosa, padres muertos, ni hermanos ni hermanas y cuando acaben conmigo en un callejón oscuro, si es que sucede, como le puede ocurrir a cualquiera en mi oficio, y a otras muchas personas en cualquier oficio, o en ninguno, en los días que corren, nadie tendrá la sensación de que a su vida le falta de pronto el suelo.

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Y nada cuesta imaginarlo dentro de esta novela en la que Philip Marlowe reaparece —muerto hace tiempo su creador, Raymond Chandler (Chicago 1888-1959)—, y en un estado en que nunca se le vio, ni en novelas ni en películas, ya que como mucho lo leímos y vimos con una edad aproximada a los 45.
En Solo para soñar hay un Marlowe que lleva su decadencia física con la ironía con que solía trabajar en las siete novelas de Chandler, pero esta vez ha de lidiar con el tiempo para que no se le escurra como agua entre los dedos… Le ayuda mucho su nuevo autor, ya que le ha revestido de una dignidad y una sabiduría muy ligada a una buena nostalgia, y bastante buena salud al envejecer. Sortea los peligros con ironía, capacidad de seducción, y un modo de moverse entre el mundo real y el imaginado… Con lo que al final de la novela nos quedamos con la sensación de que Osborne se atreverá con otro caso para Philip Marlowe.


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