Cine de librerías. “La carta final”, 1987

Por Catalina León.

Debería existir un género cinematográfico de librerías y otro de bibliotecas públicas. En este último se llevaría la palma La sombra de una duda (Alfred Hitchcock, 1943) porque es precisamente en la de Santa Rosa donde la joven Charlie (Teresa Wrigth) se da cuenta de que su querido tío Charlie (Joseph Cotten) no es el elegante hombre de negocios que aparenta. 

En el cine de librerías hay maravillosas muestras que conjugan el amor a los libros, con el amor-amor y con algunas extraordinarias aventuras. Esta película, La carta final (David Hugh Jones, 1987), tiene la cualidad de que está basada en un libro y que este libro recoge fielmente la peripecia personal de su autora, una escritora de cuentos infantiles y de teatro que alcanzó la fama precisamente por este libro sobre libros. Es, también, un libro epistolar que reivindica el papel de la comunicación entre personas en principio extrañas. Hemos de hablar de Helen Hanff, la escritora; de 84 Charing Cross, la librería de viejo; de Frank Doel, el librero y, por último, de sus intérpretes en el cine, los grandísimos Anne Bancroft y Anthony Hopkins. 

En el cine de librerías hay otros ejemplos. En Tienes un e-mail (Nora Ephron, 1998) la librería está especializada en niños y se contrapone con la gran librería comercial. De paso Meg Ryan y Tom Hanks firman una cumbre de la comedia romántica. En La librería (Isabel Coixet, 2017), sobre un libro de Penelope Fitzgerald (sacada a la luz en España por la editorial Impedimenta con esta novela), la librería es transgresora y coloca en sus expositores a Nabokov y a Lolita, levantando la polvareda del odio de las fuerzas vivas del pueblo. Salvo de Bill Nighby, siempre encantador. Luego hay un mítico detective con gabardina y sombrero que visita una librería en día de lluvia y allí se toma un vasito de whisky (El sueño eterno, Howard Hawks, 1946). 

Aquí tenemos una librería de viejo situada en Londres, 84 Charing Cross (la dirección es el título original del libro y la película), que vende obras de segunda mano, las únicas a las que puede acceder Helen porque la situación económica del mundo y la suya propia no admiten otra cosa. Es una bibliófila en estado puro y se pregunta por qué en Nueva York nadie lee libros ingleses. Ella es una persona tan vitalista que contagia su entusiasmo a toda la plantilla del establecimiento, a pesar de que nunca los conocerá y de que su trato es a través de las cartas de pedidos. Cartas que al principio solo irán dirigidas a Frank Doel pero que, andando el tiempo, se multiplicarán porque otros dependientes quieren también contar sus cosas a la señora americana y darle las gracias por los envíos de productos alimenticios que les están vedados por las restricciones que siguieron a la segunda guerra mundial. Un buen trozo de jamón, una lata de carne o de verduras, una caja de huevos, son los ansiados presentes que Helen hace llegar a los trabajadores de la librería y su llegada es un espectáculo tan grande como el que ella protagoniza cuando una primera edición de algún clásico termina en sus manos. 

Lo extraordinario de la película es cómo plasma la química que se crea entre el librero y la escritora a pesar de que nunca lograrán encontrarse en persona. En esa química, en esa afinidad de intereses en torno a los libros, se basa el intercambio epistolar que constituye el libro, pero no es fácil trasladar cosas tan sutiles a la pantalla. Sin embargo, aquí se consigue y en ello tienen mucho que ver, además del magnífico guion de Hugh Whitemore, las presencias escénicas de los dos protagonistas, uno a cada lado del océano: Helen y Frank. Anne Bancroft (inolvidable señora Robinson de El graduado) encarna con encanto y naturalidad el papel de una escritora bohemia, amante de sus amigos y de los libros, de vida sencilla y una espontaneidad transparente. Por su parte, Anthony Hopkins, en el papel de Frank Doel, llena de verosimilitud una personalidad tranquila, metódica, serena y leal a su estilo de vida. Hopkins es la muestra más clara de actor versátil que hace unos “malos” increíbles pero que sobresale en los “buenos”, como ese mayordomo de otra gran adaptación literaria, Lo que queda del día, basada en el libro de Ishiguro. 

La aparente ceremoniosidad con la que se tratan Helen y Frank esconde camaradería, afinidad y cariño. No hay elementos sentimentales ni, por supuesto eróticos, en su relación, ni el más mínimo flirteo, pero ello no resta nada para que sea tan bonito “oírlos” hablar por medio de sus cartas. La película respeta, además, la referencia a los clásicos que el libro recoge y resulta muy grato la forma familiar en la que los libreros comentan los pedidos de Helen y cómo ella los acoge con alborozo. Solo los bibliófilos sabemos la felicidad que puedes llegar a sentir cuando recibes un libro largamente esperado. 


Breve reseña técnica:

Título original: 84 Charing Cross Road, 1987, 95 minutos, coproducción Reino Unido-EEUU

En España: La carta final

Director: David Hugh Jones

Fotografía: Brian West

Música: George Fenton

Guionista: Hugh Whitemore. Adaptación de la novela del mismo título escrita por Helene Hanff.

Reparto: Anne Bancroft (*), Anthony Hopkins, Judi Dench, Jean De Baer, Maurice Denham, Eleanor David, Daniel Gerroll, Wendy Morgan, Mercedes Ruehl. 

(*) Anne Bancroft logró el BAFTA a mejor actriz. 

One thought on “Cine de librerías. “La carta final”, 1987

  • el 1 enero, 2023 a las 10:40 pm
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    Estupendo artículo. Lo he acompañado de mi memoria y recorrí emocionado todos los momentos mencionados. En especial La carta final que vi en el cine cuando se estrenó y luego varias veces en dvd.

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