Coronada y el toro: orgiástico Nieva contra los arcanos del dolor y del miedo

Horacio Otheguy Riveira.

Hace cuarenta años, muchos descubrieron a Francisco Nieva con esta Coronada y el toro irrumpiendo en el Teatro María Guerrero con José Bódalo, José María Pou y Esperanza Roy en los papeles principales, y dirección del autor, responsable de la escenografía, el vestuario y las canciones. Cuarenta años ya. Se dice pronto, pero larga es la memoria envuelta en el impacto enorme que produjo el estreno, y el poco FN que nos ha ido acompañando desde entonces. Ahora, Rakel Camacho se viste y desviste de Paco Nieva en un exorbitante encuentro con visión propia, como suele, hecha de pasión intelectual y carnal, porque pocos como ella desnudan a sus intérpretes dentro de una dinámica que pide a gritos —y nunca mejor dicho— que lo orgiástico y el exabrupto dado por pagano haga su aparición.

Con menos grandilocuencia que el propio Nieva [a menudo demasiado volcado en las formas], es esta una versión en teatro circular, atribulada de excesos que la nutren casi siempre felizmente —excepto en el sonido que en este “circular” a menudo se pierden voces y parte de textos de gran importancia—. Eso sí, con un elenco que siempre se entrega en cuerpo y alma a un movimiento escénico intenso, complejo, en más de dos horas, en las que destacan los sobresalientes Nerea Moreno y Jorge Kent, cuya amplia experiencia les permite modular composición actoral perfectamente equilibrada con una vocalización ejemplar, ya que en el barroco texto del dramaturgo-poeta lo vociferante como lo que se susurra adquiere tonalidades musicales entre las que también asombra felizmente, el cante de Álvaro Romero, cuyos comentarios dentro –y al margen– tienen a su vez sonoridad de distanciamiento informativo.

Rakel Camacho profundiza en el estilo gótico del autor donde el humor hace piña con la desesperación de una España sórdida, alimentada a base de bien con la beatitud desaforada y el ridículo nacionalista. Nieva murió en 2016, a los casi 89 años, y ya veía venir el renacer francófilo de nuevos partidos. Tal vez por eso abandonó lápices, pinceles y teclados para volar en libertad y marchar lejos de esta España troglodita abundante aún de sotanas perversas. Volar en libertad, como los rebeldes que acompañan a la gran Coronada amenazada por un toro feroz que busca como ningún otro su último aliento.

Así las cosas, el pueblo de El Farolillo ve sus fiestas por San Blas, truncadas de rebeldes, atormentando al alcalde siniestro, patético en la creación de una nueva fiesta con lugar para la rabia y los prohibidos placeres de una orgía que se vive en escena, lo mismo que una cagalera colectiva donde también se sabe de moscas y hormigas. Todo en un circuito fabuloso de imaginación y arte mayor surrealista. La España que vio en profundidad Francisco Nieva, manchego hijo de familia culta, represaliada y exiliada por republicana, el niño educado libre y creativo, creciendo en Francia, estudiando pintura, alimentándose de una creatividad que logró ser admirada en su tierra, con creaciones propias y junto a directores de primera línea como Adolfo Marsillach y José Luis Alonso Mañés.

¡Bravo! También por la dirección del Español que rinde tributo a Nieva con una exposición (Teatro del privado horror) y por facilitar este nuevo estreno más rompedor, si cabe, que aquel de 1982. El equipo transmite una gran alegría surgida de un esfuerzo con triple salto: memorizar texto tan denso, emocionarlo, y con todo ello surcar el tempestuoso mar, con el oleaje circense de la directora, y lograrlo como si fuera cosa de todos los días. La coral lo consigue.

Hombre Monja (Jorge Kent): creación de Nieva en el papel, revisión de la directora Rakel Camacho, y colosal interpretación de Jorge Kent.
Coronada (Nerea Moreno) líder de una revuelta amenazada por un toro bravo. Simbolismo y metáfora de una lucha desigual.
Nerea Moreno, deslumbrante a veces, fascinante otras, insólitamente vigorosa al desnudarse un poco y al desnudarse por completo. Con una voz capaz de atravesar límites sacrosantos con matices fabulosos, protagonista de una revuelta poética, sexual, eminentemente política. Creación superlativa de una actriz que siempre brinda  personajes insólitos.

CORONADA.—Zebedeo, me estás poniendo en vergüenza. Discúlpenlo sus señorías. No tiene letras y es muy rudo. Te has caído, hermano alcalde, si piensas que me tienes tan reducida. Con el mayor temblor de mi pecho esperaba esta ocasión y aquí está. Esta es mi hora. Si salgo, es a pedir clemencia para el pueblo de Farolillo y justicia para tantísimos desmanes que se cometen en él.

ZEBEDEO.—¡Traidora, redicha, pies de lagarto! No te perdono este disgusto. No le hagan caso sus Potencias Universales que se debe haber vuelto loca por no casarse en su sazón. Es desazón lo que tiene. El vértigo de las solteras.

CORONADA.—El corazón dolorido y bañado en Alacoques y Sulpicios de nuestra santa religión, eso tengo yo. Sí, señores. Pido clemencia para tanto desafuero animal como se comete aquí. A Don Cerezo, nuestro párroco, le tienen apiñonado de miedo, para que no acuse desde el púlpito, y le contentan cada año con tres cuarterones de tabaco para San Blas, que no fuma. Un chantaje, como se dice en las novelas. Y entre tanto, cada toro que aquí se lidia trae varias muertes en sus cuernos. Si algún error hemos cometido, para la fiesta estamos sentenciados. A ser valientes nos condenan y aquí torea todo el mundo. Torean los niños en brazos de sus abuelas, que tanto los miman. Torea la banda de música, por gusto de ver saltar el bombo. Torean las viudas para vengar a sus maridos. La religión se tergiversa y ya no hay dignidad ni sentimientos favorables. Hemos dejado de ser chinos, como mandaba la urbanidad española y las antiguas costumbres que heredamos de Hernán Cortés. Todo se pierde y se va por un albollón.

ZEBEDEO.—¡Calla, mamancona! ¡Hay que detener a esta loca!

Sufriente, patético, divertido Chani Martín como el alcalde al que se le va de las manos su mando caciquil, por culpa de unos rebeldes incansables.
Un escenario singular para un espectáculo donde una fiesta popular forma parte de la parte más cutre y lúgubre de la España que no termina de evolucionar.
Maestro Francisco Nieva (Valdepeñas, 1924-Madrid, 2016): «Soy un dramaturgo bien estrenado y bien tratado. Lo que al tiempo me halaga y me alarma; sobre todo, por la cantidad de textos que se han escrito sobre mí y el espacio que me han dedicado. Y he recibido una barbaridad de premios, los tengo todos en mi habitación como si fuera el cementerio de La Almudena» [La Razón, 2013]

De Francisco Nieva

Dirección: Rakel Camacho

Con Lorena Benito, Eva Caballero, Juanfra Juárez, Jorge Kent, Chani Martín, Nerea Moreno, Pedro Ángel Roca, Álvaro Romero, Antonio Sansano, Sanna Toivanen y Germán Vigara

Diseño de espacio escénico: José Luis Raymond

Ayudante de escenografía: Tomás González  

Diseño de iluminación: Baltasar Patiño  

Diseño de vestuario: Ikerne Giménez

Ayudante de vestuario: Tania Tajadura    

Composición música original: Pablo Peña con la colaboración de Chani Martín “El Zurdo” con el tema J de Tinieblas   

Adaptación musical letras de Francisco Nieva: Álvaro Romero

Movimiento escénico: Julia Monje

Ayudantes de producción: Javier Galán y Elena Martínez

Residente de ayudantía de dirección: Cristina Simón

Agradecimientos: José Pedreira, Guillermo Heras, Francisco Peña, Francisco Javier Flores Ruiz, Julio Jiménez, vecinos de Villarta de los Montes (Badajoz), Face2Face

Una producción de Teatro Español y SANRA Produce

Naves del Español en Matadero / Sala Max Aub (Nave 10)

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Otras creaciones de Rakel Camacho en CULTURAMAS:

Cada átomo de mi cuerpo es un vibroscopio

Una novelita lumpen

Marat-Sade

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