‘Mal tiempo’, de Juan Villa

Mal tiempo

Juan Villa

Comba

Barcelona, 2023

190 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

«Su pío falansterio». Este es el único pero que se puede poner a este díptico. Juan Villa (Almonte, 1954) es un digno heredero de la escuela de escritores que hace ochenta años cuidaban tanto el lenguaje. A medida que uno va leyendo, le surgen en la cabeza nombres como Ignacio Aldecoa o Ramón J. Sender. Es inevitable, como lo es el preguntarse por qué seguimos identificando a estos literatos como los mejores representantes de lo que debe ser un relato o una novela. Villa enriquece el tiempo actual recuperando expresiones y palabras que nos remiten a otro tiempo, pero que lo hacen con la necesidad de no perder ese lenguaje, entre otros motivos porque aquello a lo que se refieren sigue existiendo. Las cosas pueden existir en la realidad tangible o en la realidad de la memoria. Aquí tratamos con un tipo de memoria que es colectiva, que es social, que es en buena medida prestada, o es herencia. En este caso viene desde nuestros padres o abuelos, pero también desde aquellos que escribieron antes que nosotros. Las dos novelas cortas que componen este Mal tiempo Mal tiempo y Los almajos— se inscriben dentro de la tradición realista y la ambientación rural. Es fácil reconocernos en ellas.

Ambas suceden en las zonas fronterizas a Doñana, en una Huelva en la que suceden fenómenos posibles y extraños, como lo es una nevada, que facilitan el empuje que se precisa para poner en marcha los resortes de la memoria. Ambas historias nos trasladan a los primeros años de la década de 1940, que supone una posguerra con una connotación especial: nos hemos alejado del centro, estamos en la periferia de las consecuencias, donde uno debe trabajar cualquier recurso, pues no hay administración que administre nada. En la primera de ellas conoceremos un suceso bronco y luctuoso desde varios puntos de vista, y en el segundo seremos testigos de una vida gris, que sería depresiva si los personajes, abrumados por la pobreza consecuente, se pudieran permitir una depresión. La sensación que da, a medida que conocemos a los personajes, a medida que conocemos lo que sucede y su poca capacidad para intervenir en lo que sucede, es que se nos esté recordando que en esta vida apenas decidimos nada. Tal vez ese sea el tema del libro.

«Definitivamente, Mejías le había dado otro portazo al pasado, otra finta a la memoria, y parecía decirle a Fabián que lo imitara, que la salud de las cabezas se fragua en la pira del olvido». La cita nos recuerda la importancia de la memoria, que podría ser riqueza, pero es piedra en el camino. Será ese tono de memoria el que se vaya imponiendo, el asunto que más parece preocupar al autor, creando, con mucho acierto, una atmósfera que posee el calor de los mejores recuerdos, a la par que la turbiedad de los peor que sale de nuestras voluntades. Los adjetivos agrupados de tres en tres o las comparaciones constantes, ayudan a que nos sumerjamos en este mundo sepia y arisco. Recuperar el aliento de Aldecoa o de Sender es uno de los proyectos literarios más decorosos que se nos pueden ocurrir en estos tiempos, tan dados a frases cortas y potentes, y con frecuencia tan mal construidas.

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